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74 ANTONIO LINAGE CONDE plifica las tales nociones con el caso de la palabra cadáver, formada, se gún él, sin desdeñar el abolengo isidoriano menos crítico, por la acumu lación de las raíces de tres palabras originarias, a saber, caro-data-vermi- bus. Mucho más acertadas y aceptables son las denominaciones que da a los llamados verbos deponentes, antisonantes con más propiedad; y propersonales a las desinencias verbales. Su vanagloria estriba en haber simplificado la enseñanza de la fle xión 249, mediante la insistencia en las que denomina «letras afijas», típicas de cada declinación o conjugación y permisivas así de un apren dizaje simultáneo de todas ellas. Y muy útil en su tiempo hubo de ser el cuadro sinóptico que se esforzó en elaborar con las «notas carac terísticas» de las conjugaciones, como también el de las «correspon dencias» entre las desinencias verbales latinas y la conjugación caste llana, cuadros sinópticos que, aunque a primera vista den la impresión de un conjunto caótico, pudieron llegar a altamente prácticos y eficaces ilustrados por las oportunas explicaciones de un buen profesor. Y por el mismo camino del abordaje práctico de la lengua, sigue dejándose llevar un tanto obsesivamente del parentesco entre el latín y el caste llano, introduciendo en aquél los signos de puntuación, y permitiéndose el establecimiento de «reglas fijas, claras y sencillas, para determinar la acentuación latina en conformidad completa con la prosodia espa ñola, prescindiendo de las leyes de la cuantidad» 250. En cualquier caso, su tal ayuda nemotécnica nos resulta mucho me nos eficaz y, sobre todo, mucho menos amena, que la que a varias generaciones de estudiosos, levitas o no, estaba ya brindando y lo se guiría bastante después, Raimundo de Miguel (1816-1878), con su tan famosa y popular Gramática teórico-práctica de las lenguas latina y castellana comparadas. 249. Sostiene a la p. vi del Primer curso que la llamada hasta ahora ter cera conjugación no es más que una clase de verbos semiimperfectos, siendo muy sencilla su diferencia de los perfectos. 250. Si bien, y así le adivinamos esponjándose un tanto en su pausada re citación cotidiana de la misa, alude a esa «diversidad de acentuación prosódica, que tanta belleza, armonía y flexibilidad poética dan a ambas lenguas». Y satisfecho de su decisión añade: «E sto, unido al poco tiempo que se da al estudio de esta asignatura, a la tierna edad en que se aprende, a la aridez que ofrece a los niños el mecanismo de la cuantidad y su aplicación al tono prosó dico de las palabras, nos han hecho prejuzgar de mayor interés y utilidad práctica el estudio de la acentuación y consagrar a ella un trabajo particular, con el que creo haber llenado el vacío que en España se venía notando en la enseñanza de la lengua madre» (Segundo curso, 4).
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