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64 ANTONIO LINAGE CONDE go apologista» 171; el dominico Juan Planas y Congo st172, el oratoriano François Aimé P ouget173, el jesuita de Bruselas François-Xavier Fe- 11er 174 y el abate Jean Joseph Gaume 175. Pero desde luego que la fuente que más a menudo aparece citada en El cristiano instruido en su ley, hasta el extremo de reservársela como ya vimos la tipografía cursiva, es la Biblia 176. Por supuesto que también las definiciones dogmáticas, pontificias o conciliares, de Nicea a Trento pasando por Pío IV 177; Santo Tomás 178 para la sustancia doctrinal, y San Agustín para ciertas elevaciones poéticas179. De la literatura patrística y medieval hay una buena cosecha. A saber, entre la piedad en España a mediados del siglo X IX (1848-1868), en Traditio. Krisis. Renovatio aus tbeologischer Sicht. Festcbrift Winfried Zeller zum 65. Geburstag, Marburg 1960, 370-83) y C. F erná nd ez , El beato, II, 535-59. 171. 1812-1904. Escribió el Manual de educación cristiana o pedagogía teó- rico-práctica elemental (Madrid 1870). También el Tesoro del cristiano (Madrid 1876). 172. 1810-1886, gerundense. Se le debe El catequista orador (Barcelona 1879). Y varias obras de temas de predicación y parroquiales. 173. 1666-1723. Es autor del Catéchisme de Montpellier (Paris 1702), así llamadopor su ciudad natal, muy difundido e incluso traducido al latín. La versión castellana, Instrucciones generales en forma de catecismo (Madrid 1784). 174. 1735-1802.Bajo el seudónimo de Flexier de Reval publicó en 1772 su Catecismo filosófico (versiones españolas en Madrid 1824 y Barcelona 1849). 175. Vio la luz en Madrid en 1851 la versión de su Catecismo de la per­ severancia. Y en la misma ciudad, en 1844, su Manual de los confesores. Gaume (1802-1879) se hizo notorio por su polémica contra la ratio studiorum de los jesuitas, en la que atacaba el puesto concedido para la formación humanística a los clásicos paganos. 176. Es posible que a veces tomada de los fragmentos incorporados a la liturgia, algo muy normal en los clérigos de todos los tiempos. Para los escrito­ res medievales ha sido el fenómeno estudiado con creces. Y en nuestros días, recordamos de Unamuno desterrado en Fuerteventura, que al pedir el Génesis al párroco de Puerto de Cabras, recibió el tomo del breviario en que se relataba la creación. La liturgia es citada también expresamente en el libro de don Eu­ logio (71: el dies irae; 37 y 53: prefacios). A la p. 173 es citado el popular traductor de las escrituras, escolapio y obispo de Segovia, Felipe Scio Riaza (1738-1796). 177. Al citar a García Mazo, sobre la confirmación, se refiere a una carta de San Melquíades, «papa español». Se trata del africano Milcíades (285). 178. Y sus comentaristas post-tridentinos: Estío (292) o sea Guillermo van Est o Hessels, el holandés profesor en Lovaina y Douai (1542-1613); y el obispo de Osma y Sigüenza, Pedro Godoy (circa 1608-1677). 179. Una obra de esta índole es natural no se adentre expresamente en las disputas de las escuelas. Así sólo recordamos que contrasta las del obispo de París en el doscientos Guillermo de Auvernia y el jesuita profesor en Pau en el seiscientos Dionisio Petau ( = Petavio), sobre las causas de la rebelión de los ángeles (la pretensión de recibir honores divinos o la repulsa a adorar a Dios hecho hombre) (1291.

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