PS_NyG_1981v028n001p0007_00840410

UN CANONIGO SEPULVEDANO DE LEON 63 las cargas del matrimonio, las conveniencias o inconveniencias que pue­ dan resultar, los defectos físicos o naturales y cuanto pudiera ser impe­ dimento para no poderse realizar u obstáculo para que el matrimonio no sea feliz. [... y en las relaciones procurarán] estar siempre vigilados por sus padres y acompañados de personas de edad y respeto 164. Y vayamos con la enumeración de las fuentes. Don Eulogio mismo nos confiesa que tuvo muy a la vista para el suyo el modelo de otros dos catecismos explicados 165, a saber, los dé José Ortiz Cantero 166, «director de los catequistas que han escrito después», y Salvador José García Mazo 167, «que me complazco en citar con frecuencia, porque me ha servido de maestro y de guía para llevar a cabo mi intento». Y menciona también, además de Astete y Ripalda, los cuales «para memorizar» se seguirían repartiendo el país todavía bastantes años después, incluso por supuesto en los míos, y de San Pío V, el compilador para los párrocos de la ortodoxia tridentina, al arzobispo de Santiago y padre en el mismo Trento Francisco Blanco de Salcedo 168, Juan Eusebio Nieremberg 169, San Antonio María Cla- ret 17°; el escolapio Calixto Soto, a quien se ha podido llamar «pedago- 164. P. 352. 165. Véase B. J iménez D u qu e , La espiritualidad española en el siglo X IX , Madrid 1974, 69-72. 166. En 1727 se publicó en Madrid (y reeditó en 1786) su Directorio ca­ tequístico, gloria universal de la doctrina cristiana, ilustrada con erudición de letras sagradas y humanas sobre el catecismo del padre Gerónimo de Ripalda. El mismo año había sido dado a los tórculos su Directorio parroquial, práctica de concursos y de curas. 167. Se titula su libro El catecismo de la doctrina cristiana o explicaciones del Astete que convienen igualmente al Ripalda (Valladolid 1837). Otras edicio­ nes en la misma ciudad, 1839, 1851, 1857, 1862, 1864 y 1868; una madrileña en 1845; la decimoctava en París, 1885; y la trigésimo-sexta, en Valladolid tam­ bién, en 1924. Todavía más tarde fue acomodado sólo al Ripalda por el padre Felipe Díaz Hidalgo (Madrid 1934). Y además de al tagalo (Binondo 1868 y 1891) se dice haberse traducido al portugués y al francés. Lo cual resulta muy extraño en un escritor eclesiástico español de la época. Y no por motivos in­ trínsecos. Unamuno en Soliloquios y conversaciones se habría de quejar del fe­ nómeno, lamentándose v.g. del desconocimiento fuera de su país de las pasto­ rales catalanas del eminente obispo de Vich Torras y Bages. García Mazo (1768- 1849) fue magistral de Valladolid. 168. Escribió la Suma de la doctrina (Zaragoza 1577 y Valladolid 1587). Vivió de 1511 a 1581. 169. Entre sus obras se cuentan la Práctica del catecismo romano, la Doc­ trina cristiana, y la Silva cathequística. 170. Véase también la p. 431. Para la labor catequística del padre Claret, sus Escritos autobiográficos y espirituales, ed. J. M. Viñas, Madrid 1969, 460 (cf. A. B orras i F elíu , La "Librería religiosa” de Barcelona y la renovación de

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz