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62 ANTONIO LINAGE CONDE En la exposición de la moral, el casuísmo no le abandona nunca. Veamos uno de tantos ejemplos, casi entresacado al azar, de su método hecho de distinciones precisas. Luego de haber distinguido entre la difamación externa y la interna y definir la contumelia o afrenta: «Si se desprecia al prójimo con palabras satíricas o irónicas, se llama irrisión. Si con gestos mímicos, burla. Si echando en cara los defectos naturales, afrenta. Si su pobreza, humilde nacimiento o defectos fami­ liares, improperio». Y dentro de la hipocresía, cualificada como «la mentira en acción», puntualiza que «simulación es la representación de alguna cosa fingiendo o imitando lo que realmente no es. Adulación es la alabanza intempestiva de alguna persona para lisongearla o cap­ tarse su benevolencia. Falacia es un juego de palabras artificiosas que conducen a engaño o error. Anfibología es un juego de palabras que pueden entenderse en dos o más sentidos» 162. Y así enuncia las que llama «reglas generales sobre la misericordia», sobre la base de una correspondencia entre los grados de su caso motivador y la obligación consecuente: En extrema necesidad espiritual, estamos obligados a socorrer al prójimo aun con peligro de nuestra vida; en la extrema necesidad temporal aun­ que nos cueste grande molestia o incomodidad; en grave necesidad es­ piritual o temporal con mediana incomodidad, a menos que por justicia o piedad estemos obligados a sufrirla mayor; en la común debe socorrer­ se con alguna aunque leve incomodidad, [de manera que] en la necesi­ dad común es cuando estas obras se llaman de misericordia; en la extre­ ma y grave son obligatorias 163. Y terminamos nuestras citas con este pintiparado botón de muestra de su paternalismo expositivo; a propósito de la elección de cónyuge: . No es menos interesante a la mujer aceptar un hombre virtuoso, aplica­ do al trabajo, compasivo, formal y prudente; así que antes de compro­ meter su palabra, se enterará, con el sigilo que requiere la buena edu­ cación, de las prendas personales y morales, de la conducta, generosidad, educación, religiosidad, etc., de su pretendiente, y si comprende que con él puede cumplir los fines del matrimonio y ser feliz temporal y eterna­ mente, dará cuenta a sus padres o tutores, oirá sus consejos, que casi siempre son acertados; [...en la pretensión] expondrán unos y otros con verdad y claridad los medios y recursos con que cuentan para sostener 162. Pp. 212 y 217. 163. P. 258.

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