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60 ANTONIO LINAGE CONDE la ingenuidad, a veces sin lugar a ninguna duda infantil, de sus argu­ mentos 136, nos parece por eso mismo reveladora de aquella sumisión sencilla de un hombre de Iglesia al orden canónico estatuido que ha de salirse un tanto de su propio mundo al polemizar con quienes no le comparten y tanto que no acierta a colocarse en el terreno del contendiente. Muy en las mentalidades todavía de la España católica de las postrimerías del ochocientos. Y enfrentándonos ya con la forma vemos cómo la fácil iluminación retórica que, a menudo hemos podido comprobar, alcanza el estilo de don Eulogio, desde luego casi nunca para bien, no puede cabernos duda tenga su origen en sus hábitos de clérigo predicador. Así, al exponernos cómo es creencia universal la existencia de una vida futura, con premios y castigos eternos y un estadio de purificación temporal, alega venir ello acreditado por «los más célebres poetas, desde Val- miqui en la India, Homero y Hexiodo {sic) en Grecia, Virgilio en el Lacio, hasta el Dante en Roma y Zorrilla en España» 157. Y al ejempli­ ficarnos los «castigos del fornicio» se le vienen a las mientes, aparte de los bíblicos, Herculano y Pompeya, «según se ve hoy palmariamente en las excavaciones», y cómo «Francia e Inglaterra perdieron la fe por la incontinencia de Enrique VIII», trayendo también a colación la contingencia determinante de la invasión musulmana de España,58. Cuando tratemos de las fuentes veremos cómo, dentro de su visión tradicional y hasta nostálgica de la sociedad, tiene cabida una cierta complacencia ingenua en los progresos técnicos de cuyo alumbramiento y difusión le ha cabido la suerte o desgracia de ser testigo. Y por esa vía llega a acumular estas infantiles metáforas encomiásticas de los Iberia y han fecundizado la conciencia de los españoles», de manera que «calle por un momento el amor propio del racionalista, enmudezca el orgullo luterano, y hable sólo la sana razón». 156. Así, frente a quienes tildaban de cara la tal bula: «¿Por qué no los comparan con esos otros pliegos, que autorizados por la ley para la adminis­ tración o documentación particular, valen 1, 10, 20, 100 ó 1.000 pesetas?» ¡...! 157. P. 56. Véase la cita a que corresponde nuestra nota 153. Entre los tales testimonios literarios cita «la reciente descripción de los viajes de Hafner». Se trata del dramaturgo vienes Felipe Hafner (1731-64). 158. Pp. 201*2. Su cronología de la historia de la salvación y del mundo tout court es sencillamente de una seguridad de seminario. Así asevera que «el nacimiento de Cristo tuvo lugar 'a la media noche del 25 de diciembre del año 4000 de la creación’» (15); como su muerte en viernes el 18 de marzo del año 29 (62); y que «no todo lo que Dios reveló está escrito. Antes de Moisés nadie escribió; las verdades reveladas en aquellos dos mil quinientos años se conservaron por tradición oral» (14).

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