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UN CANONIGO SEPULVEDANO DE LEON 59 ritos y virtudes en la gloria, que no todo ha de ser desprecios y humilla­ ciones, porque Dios tiene prometido que El que se ensalza será humilla- do\ y el que se humillare, será ensalzado en el reino de los cielos 152. Sin embargo, la otra vertiente, para completar esa verdad de todos los tiempos que en literatura tan vigorosa formularía Pascal, no tarda­ mos en topárnosla: Cuando admiramos los inmortales poemas de Homero, de Virgilio y de Tasso; las elocuentes páginas de Demóstenes, de Cicerón y de Bossuet; los maravillosos cuadros de Miguel Angel y de Rafael, ¿es dable el pen­ sar siquiera que en aquellas cabezas no había más que carne, nervios, fibras, sangre, humores, fluidos de distintas clases, pero ningún espíritu? ¿Cómo puede concebir un hombre sano de juicio semejante despropósi­ to? Máxime al examinar la profundidad de pensamientos que encierran, la elección de personajes y de formas para llevar a cabo un plan pre­ meditado, el orden y cadencia de sus versos, e tc .153. El libro se termina con una defensa de la bula de la santa cruza­ da I54, y bien extensa y machacona por cierto. Llegando a sorprender en la misma un tanto que sea enfocada con argumentos totalmente de fe antes que disciplinarios, si bien descansando todos en la índole del Sumo Pontífice cual cabeza visible de la Iglesia. Alude en ella al «virus protestante infiltrado en el espíritu de los españoles» que miran aquélla cual «un impuesto puramente especulativo y teocrático, de ninguna utilidad y hasta ridículo en su forma I55. Y precisamente 152. Pp. 412-3. 153. Está argumentando en pro de la existencia del alma; pp. 436-7. Y continúa poco después: «Los animales irracionales por más astutos que sean, ¿tienen acaso esta libertad de acción, esta actividad creadora? No, y mil veces no; porque en sus obras, por asombrosas que parezcan a nuestra inteligencia, desaparece el mérito y el asombro al momento que observamos que en ellos no hay progreso, inteligencia ni libertad, sino un instinto natural que los obli­ ga a obrar necesariamente, sin darse cuenta ni razón de sus hechos y sin poder dejar de obrar según su destino ni obrar en contrario, pues lo mismo obran ahora que cuando salieron de las manos del Criador (sic)». Acaso la moderna psicología animal no estaría del todo conforme (Cf. I. E ib e -E ib e sf e l d t y O. K o eh ler , en B. G r z im ek , Vita degli animali (trad. italiana, Milán 1972, 35-97. Lo entrecomillado es cita de Balmes). 154. Pp. 473-84. 155. Se refiere luego a las «locuciones forjadas en la turquesa del protes­ tantismo», y a la «tea incendiaria» de éste; y a sus anhelos, los de él, el autor, «para hacer frente al torrente invasor de la impiedad, que con sus inmundas producciones intenta enturbiar las doctrinas puras y cristalinas como las aguas del arroyuelo, que siempre han circulado por las colinas y valles de la católica

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