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UN CANONIGO SEPULVEDANO DE LEON 57 de los preceptos eclesiásticos que ellos no cumplen bajo el pretexto de mil vanos e inútiles motivos, y tratan por todos los medios posibles de arrancar la fe a los que les afrentan con su religiosa conducta. Por sus obras los conoceréis 147. Pero naturalmente que había de venir el fondo ascético de la con­ trapartida, contra el peligro de quedarse sólo en eso que por fuerza viene tan insistentemente exigido: Por tanto la verdadera devoción no consiste en meras exterioridades; en ir mucho al templo y rezar largos ratos, si jntre tanto se falta a las obli­ gaciones de la casa y familia; en asistir a las novenas y prácticas del culto muy compuestos por ser vistos del mundo, y desde allí dirigirse al jue­ go, al café, al baile, al teatro y otras ocasiones peligrosas; en hacer bien al hombre por lástima y compasión, sólo por el hombre; en hacer rega­ los a la Virgen, al Santo, llevarles la vela, vestidos u otras ofrendas, si aquel valor es fruto de la usura, del fraude o del injusto sudor del po­ bre; en ser cofrade, hermano de las congregaciones y no cumplir las obli­ gaciones que impone; en asistir puntual a su fiesta y profanar los demás días festivos no oyendo misa y trabajando en ellos con escándalo de los buenos cristianos; en alabar a su patrono o abogado, obsequiarle con limosnas, cera, frutos, etc., y blasfemar el Santo nombre de Dios, hablar mal de la religión y sus ministros, ridiculizar el culto, burlarse de otras imágenes y no aparecer por el templo a oír misa, confesar y comulgar cuando está mandado por la Iglesia, sino sólo cuando hay aparato de música, adornos o algo que excite la curiosidad o llame la atención: esta no es verdadera devoción, sino falsa; es fingimiento, mentira e hipocresía, reprobada por Jesucristo y su religión 148. A pesar de todo, de hasta qué punto nuestro canónigo es tributario del sentimiento y la sensibilidad en ese mundo religioso de su integral dedicación, nos da suficiente idea la que él recomienda de la compo­ sición de lugar en la oración mental: Algunos asuntos no se prestan a la imaginación para ella, como cuando versa sobre el pecado o alguna virtud, que son asuntos abstractos; pero 147. Añade: «Hemos visto cuán necesario es el culto exterior por las ra­ zones indicadas. Reduciendo el culto a sola la adoración interior como desean los impíos, es preciso declarar que son superfluos los templos, los altares, los sacramentos, en fin, todos los actos públicos de la religión se destruirían &in culto exterior y sensible». 148. P. 138.

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