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56 ANTONIO LINAGE CONDE siones; en recibir con fruto y con frecuencia los santos sacramentos; en alistar su nombre en cofradías establecidas para ejercicios de caridad o de religión, cumpliendo con fe sus respectivas obligaciones. Los movi­ mientos en hacer genuflexiones ante Dios Sacramentado, inclinaciones pro­ fundas 144 ante las imágenes de Jesús, reverencias medias ante las de Ma­ ría y tenues ante las de los Santos y sus reliquias, etc.; pues todas estas palabras, obras y movimientos son públicos testimonios de nuestra gra­ titud, que redundan en honra y gloria de Dios y su religión, en provecho nuestro y de la sociedad145. Y la impiedad llega consecuentemente a ser definida cual la simple aversión a las tales exteriorizaciones 146: La superstición es viciosa por exceso de fe, la impiedad por defecto, y si pecado grave es la una, no lo es menos la otra. Los impíos comienzan por ridiculizar todos los actos del culto exterior, los ritos y prácticas pia­ dosas, y reduciéndole solamente a los actos internos y privados concluyen por un olvido completo de sus deberes religiosos y por negar todo aque­ llo que ellos no practican, pareciéndoles mal cuanto no esté conforme con su indiferencia y su abandono. Hablan, escriben y murmuran contra los fieles observantes de la religión, y llaman fanatismo la observancia 144. Los subrayados son aquí del autor. 145. A propósito de las imágenes, luego de expuesta laortodoxia tridentina en la materia, explana cómo «cuando vemos o contemplamos una debemos llevar nuestra imaginación y contemplación al cielo donde reside su original, y como si le estuviéramos viendo en aquella mansión de los bienaventurados prestarle nuestros respetos y veneración, admirando sus heroicas virtudes por los instru­ mentos que vemos se les pintan o alegorías que se les apropian, haciendo reso­ lucionesprácticas de morir antes que ofender a Dios, seguir el camino que con su ejemplo nos dejaron trazado en la vida, e interponer su mediación y sus méritos para con Dios que les otorgará en favor nuestro aquello que más nos convenga para conseguir la posesión del cielo. [ ...] Según esto, las imágenes, bien sean de Jesucristo, de la Virgen o de los Santos, que por su belleza artís­ tica o por su forma representen con más propiedad los verdaderos originales, o las que por circunstancias especiales de simpatía, educación, lugar o tiempo despierten en nuestra alma mayor atención, causen mayor respeto o inspiren ma­ yor veneración, ésas deben ser las preferidas y a quien el cristiano debe pro­ fesar mayor devoción». Y se cree en el caso de advertir expresamente que «la Virgen María es una sola y las que llamamos Virgen de la Concepción, de la Encarnación, Soledad, Dolores, Asunción, etc., son diversas imágenes hechas por manos de los hombres para recordarnos los diversos misterios de su vida; y las que llamamos Carmen, Rosario, Pilar, Montserrat, Guadalupe, Covadonga, Peña, Brezo, Espino, Saleta, Lourdes, Olvido, etc., son diversas advocaciones que ha tomado de las apariciones que ha hecho a los hombres, quienes la han de­ nominado según el sitio o lugar en que este milagro se realizó, que son otros tantos motivos de darle culto» (136-7). 146. P. 153.

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