PS_NyG_1981v028n001p0007_00840410

UN CANONIGO SEPULVEDANO DE LEON 55 que sin tardar mucho había de ser un tanto revolucionado, el de la comunión frecuente: Por ella, en estricto y riguroso sentido debe entenderse aquélla o aqué­ llas que se hacen entre semana sin previa confesión, con permiso y licen­ cia del director espiritual. No a todas las almas se puede mandar ni acon­ sejar esta comunión, sino a las que se confiesen semanalmente; vivan ha­ bitualmente en gracia; tengan grande horror al pecado mortal y ningún afecto al venial deliberado; se ejerciten en la oración, principalmente men­ tal; vivan retiradas del mundo, de sus pompas y vanidades; vistan con modestia y anden con recato; que sean amantes del culto, de practicar las obras de misericordia, los consejos evangélicos y cuanto tienda a la perfección; reciban con gran deseo, devoción, fervor y provecho de sus almas la sagrada Comunión. [...] En sentido lato debe entenderse la que se hace precediendo la confesión. En este sentido debe permitirse y man­ darse y es útilísima la comunión semanal a todos los fieles que no estén implicados en peligrosos negocios seculares; que ordinariamente no caen en graves culpas, ni están habituados a ellas. [...] La mensual a nadie bien dispuesto debe prohibirse 142. Por supuesto que no es posible descubrirle misterio alguno para ilus­ trarnos en cuanto a la religiosidad de la época, ni vindicar en tal sentido en pro de nuestro canónigo ninguna originalidad, cuando con­ cede su lugar a las manifestaciones exteriores de aquélla. Pero como a pesar del no mucho tiempo transcurrido es muy otro el clima, tiene ya bastante interés histórico oír esa su voz cual reveladora de todo un mundo mental algo pasado 143: El hombre es un compuesto de alma y cuerpo. Uno y otro los ha recibi­ do de Dios su Criador, su Padre y Bienhechor; debe, por tanto, adorar a Dios con suma reverencia de cuerpo y alma,creyendo y esperando en El con fe viva. [...] Con el cuerpo, empleando las palabras, obras y de­ más movimientos en alabarle, bendecirle y servirle. Las palabras, en di­ rigirle oraciones y plegarias, entonar salmos y cantar himnos sagrados para manifestar nuestro amor, nuestra gratitud o nuestro arrepentimien­ to; en defender los dogmas de su religión y principios de su moral de las falsas acusaciones de los impíos e incrédulos; en predicar su santo Evangelio y enseñar su sagrada doctrina, etc. Las obras en celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, asistir a su celebración, a las prácticas reli­ giosas y demás solemnidades del culto divino; acompañar a las proce- 142. P. 327. 143. Pp. 143-5.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz