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54 ANTONIO LINAGE CONDE Verdaderamente su paternalismo nos resulta un tanto falto de sentido de la realidad incluso, como al aconsejar a propósito de la celebración de las bodas: Ese día irán los novios de madrugada a la iglesia acompañados de sus padres, hermanos y padrinos o testigos; se confesarán humildemente, acto seguido celebran el matrimonio, oyen con devoción la misa nupcial, en ella se velan, comulgan, reciben las bendiciones de la Iglesia, y después de dar gracias a Dios por tanto beneficio, se retiran a su morada con recogimiento y compostura seguidos del mismo acompañamiento, a comen­ zar la vida nueva y cristiana que han prometido al pie de los altares. Este día es grande y santo para los esposos, porque reciben en él tres sacra­ mentos, y todo él debe emplearse en obras santas; no profanándole con excesos, embriagueces y otros abusos, tras los cuales vienen las discordias, pendencias y disgustos a las famliias, ni permitiendo la mala costumbre de algunos países de reunirse los jóvenes de uno y otro sexo a bailar, jugar y bromear, donde se dirigen miradas libres, palabras obscenas, accio­ nes indecorosas y otros abusos provocativos y escandalosos impropios de un día tan solemne. ¡Oh! si así se celebraran las bodas, ¿cuántos peca­ dos no se evitarían? ¿De cuántos disgustos, compromisos y gastos super- fluos no estarían exentos los novios y sus padres? Trátese de desterrar el abuso, celébrense como queda indicado, y en ello encontrarán, al pro­ pio tiempo que una prudente economía, la tranquilidad de espíritu y la paz del alma, que valen más que todos los intereses 14°. Y he aquí una exigente recomendación concreta también dotada de un significativo color de época. Se dirige a las madres, que deben nutrir a sus hijos con su propia leche (al menos que causas gra­ ves y justificadas las excusen de este deber natural) y no entregarlos a personas extrañas con perjuicio del desarrollo, de la salud y acaso de la vida del niño, como ordinariamente acontece con el cambio de nodr zas 141. En cuanto a la práctica y la sensibilidad religiosas, así escribió a propósito de un tema tan pintiparado para enlazar ambas esferas, y nestas e inmorales donde se pierde (j/c) el rubor y la inocencia; con corridas de toros- donde se sacrifican inocentes animales, salta aborbotones su sangre y se les hace morir rabiando de fiereza, y donde las más veces corre también la sangre humana con pérdida de la salud y de la vida. Esto es un insulto a Dios y a la humanidad, un sarcasmo a la civilización» (167-8). 140. Pp. 353-4. 141. P. 179.

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