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UN CANONIGO SEPULVEDANO DE LEON 47 mas condiciones concedieron los arzobispos de Zaragoza y Valencia; y de cuarenta días los obispos de Avila, Sigiienza y León 113. El autor hace protesta explícita 114 de haber intentado acomodarse a las normas de la Real Academia en ortografía y prosodia, y llega a puntualizar en concreto: «hasta la página 204 escribimos con g la palabra muger, por haberlo visto autorizado en los diccionarios de Re- quejo, Valbuena, Campuzano y otros de buena nota, falta que hemos corregido tan pronto como lo advertimos». El libro está expresamente concebido como manual para los estu­ diantes de magisterio 115 y adaptado al cuestionario entonces en vigor para los exámenes de reválida en las escuelas normales 116, insistiéndose en que «no es una teología, una ética ni un catecismo filosófico», como tampoco «un tratado de teología dogmática, moral o mística, ni un libro de controversia, ni de filosofía moral, ni de historia sagrada» 11?. Y aunque confiesa haberse preguntado si no obedecería a «manía de escribir» dar a luz un catecismo nuevo, siendo así que conocía 160 entre España, Iberoamérica y Portugal, acabó decidiéndose a llevar a colmo el suyo por no acomodarse los demás a los dichos programas en 113. En la contraportada de la primera edición se hace constar el precio de cinco pesetas, que el autor explica por su deseo de llevar a cabo una obra piadosa y al margen del lucro, prometiéndose una «rebaja de consideración» a todos los profesores de Religión y a losdiscípulos de aquél; del 10 % a los pedidos de diez ejemplares, del 20 a losde veinticinco y del 25 a los de cien. El precio no había cambiado en la segunda edición. En la misma contraportada eran elencados los lugares de venta del libro, a saber, en Madrid las librerías de Aguado (plaza de Pontejos), Olamendi (calle de la Paz), Rosado (Puerta del Sol), y Fernando Fe (carrera de San Jerónimo); y en Guadalajara la Imprenta Provincial, el «establecimiento editorial» de Antero Concha (Mayor Alta, 45), y directamente por el autor en el Colegio de Huérfanos. 114. P. 498, a continuación de la fe de erratas. 115. Se queja don Eulogio de la ausencia de la religión en los programas de segunda enseñanza, y por ello en concreto censura el precoz ingreso de los niños en los mismos para salir titulados a los doce o trece años (pp. xiii-xiv). Y a ese propósito llega a citar a Platón, Cicerón, Valerio Máximo y Horacio. Y apologéticamente al filósofo y benefactor francés Toseph-Marie Degerand. 116. A las páginas finales (499-513) se contienen dos programas de estu­ dio: uno en cincuenta lecciones para el curso elemental y otro en cincuenta puntos para los aspirantes a maestros superiores, estando el texto dispuesto con arreglo al primero y siendo ahí indicadas para el segundo las páginas salteadas donde encontrar cada una de sus materias. 117. P. 440. En todo caso las cuestiones abordadas son de una muy amplia diversidad, desde «las dotes de la Iglesia y su cabeza visible: indefectibilidad, infalibilidad y autoridad» (11) y su «autoridad para establecer preceptos espi­ rituales» (29) hasta las obligaciones recíprocas de los amos y criados y los maes­ tros y discípulos (23).

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