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UN CANONIGO SEPULVEDANO DE LEON 41 El 6 de julio de 1895, el obispo Francisco Gómez de Salazar y Lucio Villegas le autorizó sus testimoniales, y de ellas resulta que continuaba con licencias absolutas para confesar, incluso religiosas, celebrar y predicar en las diócesis de Segovia, Toledo, León y As- torga 95. Don Eulogio gustaba continuamente de pasar largas temporadas veraniegas en su villa natal. Y a un artesano coterráneo encargó las esteras suficientes para el abrigo del pavimento de la pulchra leonina. Entonces solía celebrar en su parroquia de San Bartolomé la misa de ocho, por cierto que sin prisa, a lo largo de tres cuartos de hora por lo menos, y su confesonario se veía muy concurrido de paisanos. A tal parroquia donó bastantes ornamentos, según se recuerda en pequeños rótulos ovalados manuscritos que nosotros hemos visto cosidos a los forros de las casullas. Paseaba mucho por los alrededores de la villa, examinando y reco­ giendo con cuidado todas las clases de sus hierbas aromáticas y medi­ cinales, tales el té, el tomillo salsero, la salvia, la sardineta y la ruda. Y un amigo suyo farmacéutico en León se entusiasmaba ante lo inex- plotado de tanta fecundidad silvestre como a su vuelta a la ciudad el capitular le mostraba. Este tenía costumbre de hacer una semana de ejercicios en el antiguo priorato benedictino de San Frutos, a unas leguas de la villa, sobre el imponente cañón del Duratón, reducido desde la exclaustración a ermita de peregrinación y curato de término 96. Y por cierto que se cuenta cómo muy a su pesar, en uno de esos sus viajes a lomos de muía, que otro medio de locomoción ni se conocía ni hubiera sido posible entre Sepúlveda y San Frutos, iba acompañado por uno de los perros de caza de un sobrino político, los cuales preci­ samente no eran santo de su devoción que a la cinegética no se exten­ día. Le arrebató entonces un vendaval la teja precipitándosela a los hondones del cañón del río. Y ante su estupefacción, el perro apareció a unos centenares de metros con ella entre los dientes. Y tanto fue el agradecimiento del canónigo que a su retorno a la villa compartió 95. En Sepúlveda alcanzamos a recoger la especie de que habiendo don Eu­ logio criticado un tanto cierta subida de los aranceles de las misas allí, el pá­ rroco don Ladislao Liras le exigió la exhibición de sus licencias para confesar, ante cuya actitud inamistosa el canónigo pasó varios años sin volver a su pueblo. 96. Para su paisaje, véase nuestro trabajo citado en la nota 5, En torno a la Sepúlveda de fray Justo, 579-97. Monografía bastante completa sobre la casa la de María de la Soterraña M artín P o stig o , San Frutos del Duratón. Historia de un priorato benedictino, Segovia 1970. Edición abreviada en Valladolid, 1980.

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