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UN CANONIGO SEPULVEDANO DE LEON 39 sión de cambiar de vientos la sustitución producida en la titularidad de la mitra primada? Efectivamente, muerto el cardenal Moreno el 28 de agosto del anterior año de 1885, desde el 27 de marzo del siguiente ocupaba la silla de Toledo el paladín dominico del tomismo fray Ceferino González, precisamente una de las autoridades aducidas en E l cristiano instruido en su ley. Lo cierto fue que nuestro capellán, que antes no había consentido dejar Guadalajara por Salamanca, a pesar del señuelo académico de esta ciudad 91, ahora toma la iniciativa de solicitar la canongía leonesa de su protector el conde de Sepúlveda. Y en la tradición oral de su pueblo y el nuestro hemos recogido el detalle de cómo don Atanasio comentó, con su motivo, cual una sin­ gularidad a señalar de su lugar de origen, que hubiera pretendido tal beneficio eclesiástico un clérigo que se había pasado haciendo embudos algunos días de su más temprana juventud, alusión a la profesión paterna. C anónigo de L eón La canongía de don Eulogio era una de las once de gracia con que contaba el capítulo de la catedral leonesa, luego de reducido su personal con arreglo al concordato de 1851 92. Y a la luz del desen- posibilitar una idea de los cambios de toda índole sobrevenidos, desde su par­ tida, en aquella fisonomía urbana. 91. No tanto por aquellos días en el plano eclesiástico, como de la más elemental historia de su Universidad y de la posterioridad de la restauración de la Pontificia, a la vista salta. 92. Quedó definitivamente fijado por los estatutos que el Cabildo redactó en 1853, dando así cumplimiento a la real cédula de 31 de julio de 1852. Cons­ taba. además, de cinco dignidades (deán, arcipreste, arcediano, chantre y maestres­ cuela); cuatro canónigos de oficio (doctoral, lectoral, magistral y penitenciario); diez y seis beneficiados o capellanes asistentes; cuatro beneficiados músicos (maestro de capilla, sochantre, vice-sochantre y tenor y contralto); un maestro de cere­ monias; un cura de la parroquia de San Juan de la Regla; un organista con su ayudante; dos instrumentistas; seis salmistas; ocho niños de coro; cuatro sacristanes (dos mayores y dos menores); seis acólitos; un sacristán y cuatro acólitos de la capilla de Santa Teresa (la fundada en 1643 por doña Brianda de Olivera para el servicio de bachilleres, racioneros, capellanes y sacerdotes forasteros que acudieran a la catedral a celebrar); un pertiguero, celador y por­ tero mayor; dos porteros menores; un lonjero; un relojero; dos campaneros; dos perreros; un entonador y lamparero; y un hostiero. Los estatutos de 1853 suponían la adaptación a la nueva legalidad de los que en 1796, luego de tena­ ces tiras y aflojas con el Cabildo, había redactado el obispo Cayetano Cuadrille­ ro, sin que hubieran sido aprobados aún. Durante el canonicato de don Eulogio fueron promulgados unos nuevos por el obispo Juan Manuel Sanz en 1906 {Es-

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