PS_NyG_1981v028n001p0007_00840410

32 ANTONIO LINAGE CONDE por el impacto de la ciencia y la técnica pero todavía no tramontada, la esencia de esa pasada centuria: «Guadalajara es una calle —la Ma­ yor, en sus dos secciones, alta y baja— que viene a ser como la colum­ na vertebral de la población y constituye el centro de la vida comer­ cial. Con los dedos de una mano hay suficiente, y sobran, para contar los establecimientos de cada clase que en ella existen. Tres o cuatro farmacias, dos o tres librerías, cuatro estancos, otros tantos cafés, y así por el estilo. En la calle Mayor acostumbra a pasear, cuando el tiempo lo permite, el vecindario alcarreño a la caída de la tarde hasta la hora del nocturno yantar, y como la vía tiene un pronunciado desnivel, es notorio el desarrollo muscular de las piernas arriacenses dedicadas a tan saludable ejercicio. Siendo tan pequeño el marco urbano, es indis­ pensable recurso el deambular por el ambiente pintoresco que le cir­ cunda, y en esto sí ofrece Guadalajara perspectivas de amplitud, aunque los paseos urbanos son de suficiente área para la población» 64, tales el aromático Balconcillo, desde el cual los días claros era posible incluso divisar Madrid; el de la Concordia, cita de la buena sociedad preci­ samente después de la misa de doce que, a veces, como hemos visto, celebraba el capellán sepulvedano; el camino de la ermita de San Ro­ que, «típica ermita de pueblo, con pórtico y espadaña minúscula para solitario esquilón», a la vera de la Fuente de la Niña; el de las Cruces, prestigiado también por otra ermita de rosario cotidiano, la patética de la Soledad, a la postre ensanchado a costa de terrenos de la huerta del mismo convento de Sor Patrocinio... E l a l t a r e n t r e l a s a rm a s y l a s l e t r a s En medio de aquellos ocios, nuestro joven levita se dejó llevar de su amor al estudio, y en dos cursos, los de 1872 a 1874, tiempos un tanto revolucionarios en que precautoriamente vestía de paisano cuando iba a la capital, se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad Central65. Era todavía una época en la cual el ambicioso enciclope­ dismo de otrora conservaba algunos de sus fueros, y así el hebreo y 64. Id., o . c .¿ 73. 65. El 23 de septiembre de 1874 se examinaba de licenciatura. Hasta el 25 de noviembre de 1876 no se le expidió el título. El 28 de junio de 1872 había obtenido, por oposición, el premio en literatura clásica latina, equivalente a nuestras actuales matrículas de honor, con mayores rimbombancias en la de­ nominación y requisitos según correspondía a la, aún cargada de barroquizantes reminiscencias, tónica de los tiempos académicos.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz