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UN CANONIGO SEPULVEDANO DE LEON 29 «Con algaradas y sin algaradas, en Guadalajara se vive en el mejor de los mundos», cuentan diría la sierva de Dios luego del retorno. Y no cabe ^uda de que lo prolongado de su postrera estancia en la ciudad del Henares a continuación y su sepultura a llí57, abonan el convenci­ miento de haber sido ésta la más definitiva y entrañable de sus funda­ ciones. De ahí que hayamos de dar una cierta significación al nombra­ miento de don Eulogio para capellán de la misma. No puede cabernos duda de mediar una estima personal inmediata de la monja al mismo, que sólo la mediación del conde de Sepulveda nos hace explicable, teniendo en cuenta la juventud y las limitaciones sociales de aquél. Lo cierto fue que el fin de aquel año revolucionario coincidió con el de la comunidad en cuestión privada de su cabeza. Y que el capellán novísimo no puedo estar más a la altura de las circunstancias de aquella abominatio desolationis. Así nos lo cuenta Sor María Isabel de Jesús: «Por fin y después de fracasar todas las gestiones que se hicieron por unos y otros, con fecha 11 de diciembre de 1868, expidió el Sr. Go­ bernador de Guadalajara el decreto de supresión de la comunidad, dando de término para desalojar el convento hasta el 31 del mismo mes; decreto que fue protestado convenientemente y de modo oficial por las religiosas; y cuando llegó el día lo pusieron en práctica, aban­ donando el convento ante la comisión revolucionaria, la que iba se­ llando las celdas y demás dependencias luego de salir de ellas las reli­ giosas. Estas eran ya pocas, como dejamos dicho, y excepto algunas que quedaron viviendo en el convento de las Descalzas Reales de Madrid, con sus otras hermanas de los demás conventos suprimidos, las demás pasaron a Francia, al convento de Bayona, al lado de la sierva de Dios. Por lástima de que se cerrara al culto la iglesia de nuestro convento, cuya restauración tanto trabajo costara a la sierva de Dios, encargóse de ella don Eulogio Horcajo Monte, capellán de las religiosas hasta aquel día, quien le conservó en buen estado hasta nuestra vuelta de Francia después de nueve años de destierro». Y es curioso que la verja triple que cierra los tres arcos de acceso al pórtico del templo, abiertos en su estrecha y alta fachada de ladrillo y piedra coronada por su frontón triangular con un ojo de buey entre triángulos y el correspondiente remate de bolas, está datada el mismo 57. Exhumada y trasladada al cementerio local durante la guerra civil, por haberse evitado quedara entonces en la fosa común, pudo ser devuelta después a su noble tumba de origen. La cita que sigue es del libro a su vez citado en la nota 38.

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