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28 ANTONIO LINAGE CONDE Los pañuelos de Cristina ya no se cosen con hilo, que se cosen con las barbas de los frailes capuchinos. Y cuando llegó la revolución de septiembre de aquel mismo año, algunas casas religiosas femeninas respetadas por aquella desamortiza ción que para las gemelas de hombres fue integral y totalitaria, no la sobrevivieron. Y si tenemos en cuenta las relaciones de Sor Patrocinio con los reyes destronados, no nos puede extrañar que las suyas lleva ran la peor parte. «Circuló la noticia — escribe un cronista— con la celeridad del rayo, y cuando los serenos acababan de encender todos los faroles de las calles, comenzó un desenfrenado volteo de campanas, estallaron en el espacio atronadoras bombas y cohetes, y la música que dirigía Pablito Barbero lanzaba al aire las vibrantes notas del himno de Riego, coreadas por centenares de individuos que, locos de entu siasmo, confundíanse en estrechos abrazos, arrojando muchos de ellos al aire sus gorras y sombreros, en tanto que la chiquillería del Alamín y de Budierca corría desenfrenada, dando estridentes gritos de ¡viva la libertad y mueran los faciosos\ La plaza Mayor era un hervidero de gente; en la barbería del Currito, repleta de parroquianos, comen tábase el triunfo de la revolución y un vejete con voz atiplada, al que llamaban el tío Juacho el de la Carrera, ponía el grito en el cielo, por que uno de los aprendices, al sentir las primeras notas del himno de Riego, le había derramado sobre los pantalones el agua de la bacía» 56. Y mientras la comunidad semitonaba en el coro los maitines, a las puertas del Carmen llegó el asalto de las voces de la chusma vitoreando a la libertad y dando mueras a «la Isabelona» y a «la monja de las llagas». Pero nuestra abadesa contuvo a las religiosas a quienes llenas de miedo se las había ocurrido interrumpir el opus dei, y la hora canónica se consumó con la misma dignidad cotidiana de siempre. Sin que llegara, afortunadamente, la sangre al río. Sin embargo de lo cual, el arzobispo fray Cirilo de Alameda y Brea, primero aconsejó a Sor Patrocinio saliera de España, «para intimar (sic) mayores males y salvar la vida», y acabó ordenándoselo después, lo que, disfrazadas de sus educandas, con Sor María Brígida del Olvido y Sor María An tonia del Corazón y llevando consigo su imagen predilecta, hizo la noche del dos de octubre hacia la vecina y ambivalente Francia. 56 . C ordavias , La monja, 110.
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