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8 ANTONIO LINAGE CONDE tivamente vividas por aquella sociedad, su metodología orientada prác ticamente hacia la solución del problema de la entonces rebelde ense ñanza de ese latín que aún estaba tan lejos en el país de ser una de tantas lenguas muertas más o menos cultivadas por las minorías de los meros eruditos; y su visión de la historia española, desde luego de trascendencia para el conocimiento del presente vivido por sus con temporáneos (y no sólo del pasado), que pese a sus limitaciones coad yuvó a enseñarnos, son otras tantas piedras de toque iluminadoras de todas unas compartidas categorías de la sensibilidad y el intelecto coterráneos y coetáneos. Y no perdamos de vista una consideración decisiva para conven cernos del interés de tales temas vistos a través de un personaje tan olvidado como cotidiano, que pudiéramos decir. Y es la radical trans formación padecida por el mundo entre aquella su época, sólo crono lógicamente cercana2, y la nuestra. La cual está tan a la vista que sería injustificado del todo ponderarla. De ahí la necesidad de la reco gida de los materiales capaces de testimoniarnos una civilización des aparecida. Y también la urgencia de hacerlo. Pues sería erróneo imagi narse que esa inmediatez temporal vuelve menos erosionable a la definitiva pérdida el pasado más próximo. Y ello por esa misma brutal solución de continuidad con nuestro presente ante todo3. Y que las París 1973, I, IX-XV: «si les hommes ne font pas l’histoire ou la font beaucoup moins que ne l’a supposé longtemps l’école de la biographie traditionnelle, Hitler en a sûrement fait davantage que beaucoup d’autres»). 2. Véase en ese sentido el testimonio de un psiquiatra meditativo, J. F. P rieto A guirre , en Las melancolías del hombre actual. Discurso de recepción en la Real Academia de Medicina de Salamanca, 1976. 3. Las consecuencias del evidente fenómeno son tan pavorosas que no re sistimos la tentación de citar de él algunos ejemplos heterogéneos, por la cual dad de tales precisamente. Para la dispersión o desaparición de obras de un artista muerto en 1936, véase I. D íaz Pardo, El escultor Emiliano Banal, La Coruña 1965. A propósito de las dificultades para investigar la producción de un literato nacido en 1875, diserta J. de Entrambasaguas, Las mejores novelas contemporáneas, II I {1905-1909), Barcelona 1958, 1115-6. Y para darse cuenta de las proporciones del desconocimiento en ese concreto ámbito: F.-C. Sainz de Robles, La novela corta española, Madrid 1952; La novela española en el siglo XX , Madrid 1957 (reelaborado el libro en 1966) y La promoción de "El cuento semanal”, 1907-1925. (Un interesante e imprescindible capítulo de la his toria de la novela española), Madrid 1975. Y L. Sánchez G ran jel, La novela corta en España (1907-1936), en Cuadernos hispanoamericanos, 1968, 1-68. Refle xiones generales en torno a las causas del fenómeno en nuestro momento his tórico, las hemos expuesto en nuestra reseña del libro de George J. G. Cheyne, A bibliographical Study of the writings of Joaquín Costa (1846-1911 ) (Londres 1972), en Revista de Derecho Notarial 24 (1976) 441-3.
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