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UN CANONIGO SEPULVEDANO DE LEON 19 Todo un mundo ya definitivamente ido para ella y el universo tout court. Por lo cual no ha carecido de interés común su evocación antecedente, botón de muestra más de cómo lo universal está en lo local y a veces en lo individual y no en lo falsamente cosmopolita. El 29 de septiembre de 1943, el mismo Francisco de Cossío, pregonando el milenario de Castilla desde aquel su castillo de la plaza donde había nacido, sólo a costa de un definitivo repudio ensoñado y fan tástico de la realidad, era capaz de ilusionarse con su permanencia: Las oleadas perturbadoras de la vida moderna apenas han podido tras poner estas murallas. Decaen las viejas costumbres, losviejos vestidos, las viejas danzas, los viejos oficios... pero aún vive todo esto en espíritu, resbalando por las piedras y flotando en el ambiente. Aún las campanas del Salvador recogen un eco de vida antigua, y el paso de los hidalgos que pasean por las losas de la plaza, es el paso de quien desprecia el tiempo porque está seguro de s í 25. De «personalidad regular y agradable» 26 definía a los sepulvedanos don Eugenio Vergara. Así fue, desde luego, la de nuestro canónigo legionense con cuyas andanzas ya levíticas vamos a proseguir. L a s e t a p a s d e u n a « c a r r e r a e c l e s i á s t i c a » En aquellos días de postridentina placidez duraban doce años los estudios de clérigo de misa, por lo cual decíase, de vez en cuando, que era el suyo el más largo aprendizaje académico de los habidos y por haber. Cinco de latín y humanidades, tres de filosofía y cuatro de teología. mada en la fecha en cuestión por Fermín Sacristán, Tomás de la Plaza, Anto nio de la Serna Montero, Toribio de Ja Serna, Francisco López, Vicente Sacris tán, Vicente de la Plaza, Félix de la Plaza, Julián Cristóbal, José de la Plaza, Lorenzo Cristóbal, Francisco Manzanares, Teodoro Cristóbal, Augusto de Mon- talbán, Luis de Montalbán, Mariano García Estebaranz, Maximiliano López, Hi lario Rodríguez, Ildefonso Poza y Fidel Rodríguez. Notemos la sosprendente fuerza poética, intuidora de futuras excelsitudes en nuestras letras, de la ima gen que sigue: «Desde lo más subido de la cuesta — se ve una torre enhiesta — haciéndole cosquillas a la luna, — es la del Salvador sin duda alguna». 25. Sepúlveda en el milenario de Castilla, manuscrito autógrafo conservado en el Archivo Municipal de la villa, compuesto de veinticuatro cuartillas escri tas por una sola cara. 26. Geografía médica, 46.
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