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5 1 0 D. CASTILLO CABALLERO Creemos que esta simple enumeración de enfermedades comprueba, una vez más, que la opinión defendida por algunos etnólogos, estudio­ sos de la cultura barí, sobre el «paraíso perdido» y su mundo feliz es marcadamente infantil, acrítica y de pura fantasía... Los procedimientos utilizados para remediar estas enfermedades eran típicamente rudimentarios y primitivos. En casos de fiebres nor­ males (Sara) o altas (Itánsará) y catarro (Irigbá) solían hacerse peque­ ñas incisiones en la frente. En otros casos, se empleaba tabaco (Rd) mezclado con una especie de resina (Karañá) aplicado a las partes do­ lientes, como panacea de todos los males, con un rito y significado especiales que más tarde consideraremos. 1.2.4. Intergrupos barí En la actualidad el barí tiene una conciencia clara de formar parte de un grupo étnico especial. Lo que le lleva, a veces, a exaltar sus valores sobre los otros grupos étnicos por ellos conocidos. Esta particu­ laridad se encuentra ya fuertemente arraigada en sus mitos y tradiciones. El reconocimiento común de su diferencia radical de las otras etnias se observa ya en el mito de los orígenes, tal como nos lo narran sus ancianos. El pueblo barí, como más adelante examinaremos con más detalle, cree tener un origen muy distinto al de los otros pueblos. Los yukpa, guajiros, blancos... proceden de las cenizas de «Sibabió», una viejecita despreciable en la tradición barí por su conducta antropófaga condenable. Ellos, en cambio, y lo recalcan con fuerza, proceden de una de las frutas más bellas y apetitosas de la selva tropical: la piña (« Ñangadú »). La misma tradición atestigua que Sabaséba impuso a los barí el precepto de no casarse con personas que no perteneciesen a su propio grupo étnico. Este sentir milenario era la forma mejor de que el pueblo barí tomase conciencia de sus propios valores y la exigencia de lealtad a sus tradiciones I16. 116. Actualmente se encuentra ya algún matrimonio entre barí-yukpa. No obstante, el grupo barí no es partidario de estas situaciones. Aducen, constan­ temente, las tradiciones barí y el precepto de Sabaséba. Pero creemos que las motivaciones profundas deben buscarse, más bien, en la forma de ser y de interpretar la vida que, siendo tan distintas, suponen serias dificultades para convivir en matrimonio. E! fundar experiencias milenarias en «algo sagrado», como es el precepto de Sabaséba a los Saimadoyi, supone asegurar ese indivi­ dualismo étnico, tan característico y tan arraigado en este pueblo.

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