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5 0 6 D. CASTILLO CABALLERO mente efectuada entre sus miembros. Mediante esta forma particular de relación — o pacto de amistad— dos o más familias quedaban en­ troncadas selectivamente, situándose en idéntica categoría de la de los otros miembros. Se situaban en relación de aliados — «Obyíba» u «Obyi- badóu». Era un pacto que procedía no de parentesco de sanguinidad alguno, sino de afinidad de intereses y por especial amistad. El objeto de estas alianzas eran diversos. Principalmente se pre­ tendía con ellas el cuidado y fortalecimiento de sus respectivos miem­ bros, la ayuda en la obtención de alimentos — caza, pesca...— , prepa­ ración del conuco, educación y atención a los niños, etc. El modo con­ creto de realizarse tales alianzas era absolutamente secreto. Por más que en nuestro trabajo de campo nos interesamos por adentrarnos en el modo de realizarse, siempre obtuvimos la misma información: se realizaba en secreto y en máxima intimidad. Los ancianos barí actuales desean permanecer fieles a ellos. Entre las personas no afiliadas por entronque común genético, pero aliadas entre sí, no pesaba la prohibición del matrimonio. Más bien, en casos particulares, como ocurría en la muerte de la esposa, se acon­ sejaba. Se verificaba esta alianza secreta entre cuñados, sobrinos de hermanas, etc... m. A un grupo particular comunal se podía pertenecer por distintos procedimientos: por nacimiento, por compromiso matrimonial con per­ sona de otro grupo — la mujer pasaba a formar parte del bohío de los padres del novio para construir su nuevo hogar— o por adhesión volun­ taria reconocida por el Ñatubái de la casa comunal, que consultaba a la comunidad. Como es natural, el mismo hecho de nacer de unos padres pertene­ cientes a un grupo determinado, justificaba ya de por sí la adhesión de pertenencia a él. Sin embargo, existía entre los barí una costumbre de «reconocimiento oficial» o rito de iniciación al mismo que se cumplía desde tiempos antiguos. Un miembro del grupo — varón o hembra— 112. Fuimos testigos del aprecio y cariño que los cuñados manifiestan hacia sus sobrinos. Les tratan como si fueran sus propios hijos. Tal es la fuer­ za afectiva que supone esta afinidad particular. En esta manera de interpretar las relaciones por afinidad es difícil que los niños queden abandonados por cualquier causa; su organización social no se lo permite. Sobre el origen mi­ tológico de esta alianza entre los barí, J. Jaulin escribe páginas muy sugesti­ vas, pero de pura fantasía (cf. o. c., 65-66. 349). Para ampliar el tema de alian­ zas y pactos de sangre en los pueblos primitivos, es interesante el análisis que realiza V . M u la g o , Simbolismo religioso africano, Madrid 1979, 69 ss.

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