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LOS BARÍ 5 0 5 se pretende asentar los postulados normativos como respuestas existen- ciales a problemas reales surgidas de la experiencia milenaria, contras­ tada con la experiencia del grupo. Debido a esta «fundación» ancestral, la sociedad comunal barí se va manteniendo fiel a sus orígenes fundacionales a través del tiempo y del espacio y, a su vez, profundizando en su sentido de pertenencia a su grupo. Para mantener esta estructura grupal debidamente ensamblada y libre de posibles peligros de desarticulación, los barí son orientados en su educación para la vida desde este contexto comunitario y «sagrado», permaneciendo fieles a su tradición: cuidando de ser pacíficos entre sí, respetuosos con los demás, enemigos de la mentira y del hurto, ser­ vidores del bien común, leales al propio grupo... Era precepto de Sabaséba, según atestiguan con insistencia los ancianos 111. Por otra parte, la forma misma de convivencia exigía esas virtudes para man­ tenerse en paz dentro del grupo. Los lazos que unían a los distintos componentes del grupo o fami­ lias no eran exclusivamente de parentesco de sangre. Existían también entre ellos agrupaciones afiliadas mediante una relación artificial, no basada en la sangre, pero no por eso menos significativa y empeñativa. Eran las relaciones interfamiliares nacidas de una alianza especial, libre­ 111. Estas características del pueblo barí son rasgos que ya resaltaba Gui- llén, al exponer las cualidades que concurrían en ellos (cf. o. c., 276). Lo mis­ mo hacen notar los que contactaron con ellos en 1960. Así, A . R. P o n s -O t r o s , escriben: «Es admirable el respeto que tienen por lo ajeno hasta los niños pequeños en su vida de comunidad. Cada familia utiliza sólo sus propios ali­ mentos y utensilios. En nuestro segundo viaje encontramos en el mismo lugar e intocados los objetos que habíamos dejado meses antes en el interior del bohío, incluyendo comida y artículos de gran utilidad para ellos» (Los Motilones. As­ pectos médico-sociales, en Kasm. 1 (1962) 4 4 -4 5 ). Y A. de V il l a m a ñ á n : «La educación que reciben los niños está orientada desde los tiernos años al res­ peto mutuo y a la colaboración familiar. Los motilones no toleran a sus hijos costumbres desordenadas y los castigan con cariño y con firmeza; como conse­ cuencia de esta educación ni el robo, ni las reyertas, ni las borracheras, ni otras lacras degradantes de nuestra sociedad se pueden observar entre ellos. Llevo ya 9 años viviendo con los motilones y puedo testificar sobre esto» (Los moti­ lones reclaman a sus hijos, en Ven.Mis. 31 (1969) 228. Nos extraña el juicio de A . de A l c a c e r , quien, después de alabar la armo­ nía que existía entre ellos dentro de su grupo, prosigue: «El motilón funda­ mentalmente se preocupa de sí mismo; mucho de su familia, especialmente de sus hijos, casi nada de los de su propio grupo y menos todavía de los demás» (Los barí..., 67). Creemos que el autor olvida la diferencia entre «no preocu­ parse» y «política de no ingerencia», a la que ya nos hemos referido y que el barí observaba con toda fidelidad. 7

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