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LOS BARÍ 4 9 1 ción dentro del grupo familiar, según nos atestiguaron algunos de los que anteriormente tuvieron varias mujeres. Ya el mismo Guillén se admiraba de esto: «Celébrase entre ellos el contrato matrimonial con una o dos mujeres y, según vi, aunque incurrían en la poligamia y la primera mujer llegue a mayor de edad no la repudian, antes bien, la cuidan y constituyen en el mismo grado de estimación que a la que es joven»98. La viudez, según este sistema de tradiciones, era momentánea entre los barí. La mujer viuda pasaba a vivir con su familia hasta que otro hombre la desposaba, fuese su cuñado u otro varón. Solía demorarse el nuevo matrimonio de quince a treinta días — una luna— . Igualmente sucedía en el caso del hombre que enviudaba. Todas ellas seguían perteneciendo al grupo familiar con los mismos derechos, si bien con distintas funciones, dentro de una misma orga­ nización social unitaria. La primera mujer, una vez que el marido se casaba con otra, pasaba a ocuparse de las funciones de la casa: preparar alimentos, cocinar, limpiar la parte del bohío que le correspondía y educar a los niños. La segunda, acompañaba al marido en los menesteres de la recolección y cumplimentaba los deseos sexuales, de reproducción y de reafirmación del grupo. Caso de cohabitar con tres, la distribución que se hacía era la siguiente. La más anciana cuidada de los niños y los educaba. Se consideraba como mamá de los mismos. La razón que aportan nues­ tros informadores al preguntárseles por los motivos de esta designación de funciones sobre los niños, aunque no fuesen suyos, es la de la mejor experiencia educativa: «Joven no sirve», «Cabeza maluca»... La segun­ da era la encargada, con preferencia, de arreglar la casa y de cocinar. La más joven solía acarrear la leña, los alimentos, prepararlos para la comida... y era también la preferida para las relaciones sexuales en orden a reafirmar el grupo. Dentro de esta normalidad y naturalidad, nuestros informadores reconocen que, en algunos casos, surgían ciertas desaveniencias, debido a la forma chismosa de proceder algunas mujeres; pero que eran supe­ radas sin mayor dificultad. El marido solía llevarse bien con todas ellas y, de modo ordinario, no solían existir riñas ni malentendidos, sino que existía cierta armonía. 98. S. J. G u ille n , Diario..., 276.

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