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488 D. CA ST ILLO CABALLERO sexo. La traducción que creemos más afín sería la de parientes- hermanos. La prohibición de contraer matrimonio, según la costumbre del pueblo barí, recae sobre los padres en relación a sus hijos e hijas y de éstos entre sí, y sobre los que eran considerados Sadóyi, según el principio de filiación unilateral paterna. Los barí, particularmente los ancianos, son muy escrupulosos en observar esta ley de impedimentos a la hora de conceder el permiso de contraer matrimonio a sus hijos e hijas. Existe entre ellos un verdadero horror al incesto. Según la tradición oral recibida de los Saimadoyi — sus mayores— , los ancianos recuerdan los graves castigos que se infligirían a los que no cummpliesen con esta ley exogámica. Castigos que se cumplirían automáticamente, siguiendo el procedimiento de los tabús. En concreto, los ancianos señalan cinco castigos: a los que inflijan esta ley recibida desde antiguo los mataría el rayo, los comería el tigre, o «Karíma» (animal mitológico parecido a la danta), les picaría la culebra o enfermarían de fiebres. Creemos que esta determinación es muy significativa para precisar la conciencia de gravedad e importancia de esta prohibición, puesto que son los cinco mayores enemigos reco­ nocidos por los barí. Creemos que con ellos se pretende fundar esta prescripción y darle el sentido de tabú sagrado, que no admite posibilidad de duda ni de explicación satisfactoria de su origen. Se trata de un dogma que sim­ plemente se acepta por la tradición de los mayores. M a t r im o n io : Si los papás aceptan al muchacho y no existe impe dimento alguno que motive su prohibición, se realiza el matrimonio. Entre los barí no existía rito especial para contraer matrimonio. Se realizaba por la vía de la naturalidad, tan característica de este pue­ blo. Lo que no quiere significar qué no tuviese para ellos sentido profundo y «religioso». Antes de entregar la hija, los padres aconsejaban al novio para que cumpliese y se comportase debidamente con ella. Las recomendaciones eran siempre idénticas y sencillas: que fuese bueno con ella, la tratase bien, no la riñese, que fuese trabajador. También a la hija se le dirigían algunos consejos: que fuese, a su vez, buena con él, le fuese fiel y, como nota curiosa, pero significativa dentro de su contexto socioeco­ nómico, le tuviese preparada la comida a su tiempo.

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