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418 D. CASTILLO CABALLERO Es lo que ha motivado el presente análisis de este grupo etnoló gicamente tan característico: l o s b a r í. Nuestro trabajo de campo intenta adentrarse en el conocimiento de los aspectos sociorreligiosos de los mismos desde una perspectiva pre ferentemente fenomenológica. Creemos que se presenta, por tanto, con una particular novedad. Desde el primer momento fuimos conscientes de los riesgos que suponía la pretensión de acercarnos a esta cultura preliteraria. La falta de conocimiento profundo de su lengua, nuestra condición de «mente occidental», tan diferente a la suya en el modo de entender y expresar el sentido de la vida; la posible reminiscencia de anteriores contactos con la civilización, han sido condicionamientos que han difi cultado nuestro intento de penetración en el alma de este gran pueblo. Lo subrayamos desde un principio para no dar valor absoluto a las conclusiones de nuestra investigación. Admitimos las limitaciones pro pias de estos estudios. El nuestro queda abierto, obviamente, a otras posibles interpretaciones y rectificaciones ulteriores que admitimos ya como presupuesto de elemental honradez científica. Aun suponiendo un esfuerzo por ser objetivos, consideramos que la «objetividad pura» nunca podrá lograrse en estos trabajos. Algunas de estas dificultades hemos intentado superarlas con la preciosa colaboración recibida en la elaboración de nuestro estudio y a la que luego aludiremos. El método adoptado en nuestro trabajo de campo durante los nueve meses que hemos convivido con ellos, en doble tiempo consecutivo, ha sido el siguiente: En primer lugar, escogimos dos grupos de los más ancianos y representativos que, en principio, no supieran castellano, correspon dientes a los dos sectores principales de los Centros Misionales barí venezolanos: Bokshí y Saimadoyi. Tratamos de recoger todo el material posible que ellos mismos «contaban» sobre su historia, costumbres, mitos, etc., en cintas magnetofónicas. Por otra parte, nos reuníamos con dichas personas, junto con otras que conociesen, aunque rudimentariamente, el castellano para estudiar esos mismos temas en mesa redonda. Para que contasen lo que habían oído relatar de sus mayores. Después de un intercambio de opiniones entre ellos, a veces muy reposado, nos manifestaban las conclusiones a las que llegaban sobre las preguntas que les hacíamos. Las cintas recogidas en original barí de un sector fueron traducidas por algunos barí, conocedores del castellano, del otro sector, con el
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