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468 D. CA ST ILLO CABALLERO Alrededor de las naves laterales el suelo estaba cubierto con este rillas, usadas preferentemente para el trabajo de las mujeres (se sen taban mientras tejían e hilaban) y para dormir las mismas (especial mente cuando tenían niños pequeños). E l interior del bohío, oscuro, presentaba una temperatura cierta mente agradable en medio de la selva. La inauguración del mismo constituía toda una fiesta comunitaria con ritos especiales, aunque sencillos. Se avisaba a los bohíos vecinos para que participasen también en la alegría. Hacia las nueve de la mañana comenzaba el acto propio de la inauguración. Los varones se ponían en fila india. La abría el Ñatubái o jefe del bohío, seguido de los otros corresponsables de la construcción, seguidos del resto de los hombres y niños. Daban tres vueltas consecutivas a todo el interior del bohío por las naves laterales: una primera con el arco ( Karí ), otra con el chuzo ( Schuddá) y, por último, otra con las flechas ( Chí ). En cada una de esas vueltas iban tocando con dichos objetos las paredes, al mismo tiempo que proferían unos ensalmos, recitados per sonalmente de manera repetida a lo largo de todo el recorrido y que más tarde analizaremos con detención. Estos ensalmos los iniciaba el Ñatubái a quien seguía, luego, el resto de los asistentes. La finalidad mágica que pretendían era evidente: evitar en el bohío la existencia de los famosos pitos, cucarachas y otros insectos o ani males pequeñitos que tan funestas consecuencias comportaban para los barí, como agentes de graves enfermedades, sobre todo para los pe queños. Mientras los varones realizaban estos ritos de inauguración, las mujeres y niñas curioseaban desde fuera, mirando por las puertas y ventanillas y riéndose, según ellas mismas confiesan. Una vez terminado este rito de inauguración, se pasaban los objetos a los sitios que a cada familia les hubiese correspondido en la distribu ción realizada con anterioridad por el Ñatubái. La colocación en el bohío se realizaba también con un cierto orden de preferencia y con un sentido de convivencia en el que se respetase al individuo y a las distintas familias. Se observaba el siguiente orden: E l Ñatubái ocupaba, junto con su familia, el primer sitio a la izquierda de la puerta de entrada. E l segundo jefe — Ibáibaibái — se situaba, junto con su familia, en el primer sitio
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