PS_NyG_1980v027n003p0413_0708

LOS BARÍ 703 10." Antropom orfism o. T o d a la co n ce p ció n m ito ló g ica b a rí sob re este person a je cen tra l d e su cu ltu ra se p r o p o n e en len gu aje a n tro p om ó rfico , p r o p io d e las cu ltu ras prim itiva s 272. C iertam en te q u e estos rasgos estru cturales distan bastante d e las con fig u ra cion es q u e de lo divino se en cu en tra en otras cu ltu ras más avanzadas. Su estru ctura n o es tan rica e in telectu a lm en te tan pu rificada pero más cercanas a las necesidades humanas, en la mitología barí no hemos encontrado tal fenómeno. Sabaséba se aleja; pero sin dejar sustitutos. Pero este alejamiento no debe ser considerado como «indiferencia» ni por parte de Sabaséba, ni por parte de la religiosidad barí. Eliade nos ofrece un texto re­ cogido de las poblaciones «fang» de las sabanas de Africa ecuatorial que re­ sume esta misma intencionalidad: «D ios (Nzame) está en lo alto, el hombre abajo. Dios es Dios, el hombre es el hombre. Cada uno en su sitio, cada uno en su casa» (M. Eliade, L o s a g r a d o . . . , 108). La inactividad actual de Sabaséba es meramente aparente. No se le rinde culto, ni ofrendas, ni tiene templos... Pero toda la mitología barí proclama su reconocimiento de radical dependen­ cia como pueblo respecto de este personaje. Y , en su misma vida, tal como nos la relatan los ancianos, significaba algo imprescindible. Lo mismo que en aque­ llos tiempos primordiales Sabaséba fue todo para ellos, de parecida forma lo reconocen en sus mitos, tal como los siguen repitiendo y fundamentando en los más mínimos detalles. El pueblo barí, lo indicamos al hablar de su con­ figuración psicosomática, no es ritualista. Pero pensamos que t o d a s u v i d a e s c ú l t i c a : en cuanto su actitud ante la vida es de disfrute y reconocimiento de todo lo maravilloso que Sabaséba hizo con ellos y que sigue sirviendo de mo­ delo ejemplar de cuanto hacen. Esto es algo que permanece en la conciencia barí con toda la fuerza de su primitivismo. Creemos que sus mitos cobran, así, todo su significado: antes que explicación, son aspectos de su vida religiosa. Naturalmente, esta perspectiva nos remite a una revisión profunda de nuestras concepciones occidentales sobre la naturaleza de la religiosidad. En el anico- nismo barí se celebra la vida como culto secular, sin necesidad de ritos exter­ nos, de buscar lugares, horas, etc. para expresar la dependencia respecto a Sa­ baséba. Toda su vida se reconoce repitiendo aquellos gestos primordiales del fundador de su cultura: Sabaséba. Este aspecto de la vida secular como culto resulta novedad hoy en la teología católica (cf. E. Sch illebeeckx, D i o s f u ­ t u r o d e l h o m b r e , Salamanca 1970, 106-111). Tal concepción nos lleva a revisar algunas actitudes ame la mal llamada «arreligiosidad» de los indígenas (cf. no­ ta 186 de nuestro estudio). 272. No debe extrañarnos la utilización del lenguaje antropomórfico en la mitología barí. Es algo connatural en el hombre cuando intenta expresar su experiencia religiosa. La naturaleza trascendente de lo «religioso» sólo puede hacerse presente al hombre mediante hierofanías o manifestaciones que expre­ sen su misterio inafable a través de realidades sensibles. Por otra parte, la condición humana de ser-en-el-mundo se lo impone. Nuestro acercamiento a lo sagrado sólo puede efectuarse mediante lenguaje simbólico que emerja en nuestro mundo y desde nuestra situación mundana. Y el hombre es el punto de donde mejor puede surgir la relación simbólica cognoscitiva con aquél. En la F e n o m e n o l o g í a d e l h e c h o r e l i g i o s o s e está operando hoy un redescubrimien­ to del valor de dicho lenguaje, siempre que sea respetuoso con el carácter trascendente del Absoluto.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz