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LOS BARÍ 677 le había situado ante la pregunta ineludible sobre la escatología: ¿sen­ tido y situación del hombre después de la muerte? Analizada su concepción mitológica, nos resulta extraño que puedan hacerse afirmaciones tan arbitrarias como ésta: «Es tan rudimentaria y material la existencia del motilón que apenas si encuentra en su vida lugar para lo espiritual y ultraterreno. V ive tan de la tierra y del momento que el más allá parece estar ausente casi por completo de su conciencia» . Contra esta opinión, creemos que una de las convicciones más pro­ fundas de la tradición barí es su creencia en el más allá: vida de los basunchimba o espíritus de los muertos. Esta idea pervade toda su concepción de la vida y se hace vivencia en los más mínimos detalles. Esta creencia no sólo aparece en los relatos que directamente se re­ fieren a la ultratumba (narraciones sobre los basunchimba, cánticos con ocasión de la muerte de algún ser querido...), sino que se deja traslucir en sus tradiciones más diversas. Desde su consideración del universo (en el que se sitúa un cielo particular para su residencia), hasta sus relatos sobre los más distintos elementos culturales (bohíos, caza, pes­ ca, cam inos...), nos están revelando que esta conciencia comunitaria sobre la vida de los barí después de la muerte es uno de los consti­ tutivos esenciales, más importantes y arraigados de su tradición. Su concepción escatológica sobre la existencia de los barí después de la muerte es rica en mitologías. Se proyecta en la creación de todo un sistema interpretativo del mundo de los basunchimba. Hemos analizado las causas a las que su mitología atribuye la muerte. Pero la vida que tanto ama el barí no termina con la irrupción de aquélla en la vida del hombre. Entonces, ¿cómo se efectúa el trán­ sito de esta vida a la del más allá? Cuando muere una persona, su espíritu («Bosobokú») sale del cuerpo por los sitios normales de la respiración (nariz, oídos, boca...) hacia la región de los basunchimba. La concepción barí sobre la salida del espíritu del cuerpo del hom­ bre procede, como en las culturas primitivas, de esa experiencia coti­ diana personal natural del proceso de respiración y del fenómeno del sueño. Durante la noche, el espíritu del barí («Boróubarí» = barí so­ ñando) se traslada en sueños a lugares y paisajes maravillosos, dando paseos nocturnos por la región de los muertos. Mientras, se considera al hombre enfermo. A l amanecer, cuando ya va a despertar, vuelve 250. A . de A lc a c e r, El indio motilón y su historia, Bogotá 1962, 56.

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