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LOS BARÍ 667 Creemos que nos encontramos aquí ante un dato de sumo interés desde la perspectiva fenomenológico-religiosa. Pretendemos acercarnos a su comprensión. Aparece en este mito la estructura significativa propia de los mitos sobre el origen del mal, enfermedades, muerte... En primer lugar, un elemento que se manifiesta con toda claridad es el de la caída. Hecho en el que, a su vez, se presupone el mito del paraíso primitivo: tiempo mítico en que los barí eran completamente felices y tenían constante comunicación con el cielo y sus habitantes. Aunque no todos los relatos y nuestros informadores coinciden en el modo concreto de realizarse esa caída de los barí de su estado prim i­ genio, original, sin embargo, no existe duda alguna del fenómeno: los barí (algunos, no todos) no se comportaron bien con Sabaséba, por lo que éste les abandonó, marchándose al cielo definitivamente. A l referirse nuestros informadores a las consecuencias de tal falta, se está presuponiendo la existencia de una edad paradisíaca, una «aetas aurea», en la que no había enfermedades, ni muerte, ni otras calamida­ des actuales. Los barí vivían en un mundo feliz, conviviendo con Sa­ baséba. Entre otras expresiones en las que nuestros informadores proyectan la vivencia de este mito, recogemos las siguientes: «Al principio, no había enfermedades ni muerte... Todo era bueno. Aqué­ llas entraron en el mundo barí con la marcha de Sabaséba... Si Sabaséba viviese con los barí, éstos serían muchos, bien organizados, no tendrían enfermedades, ni morirían. Cuando enfermaba alguno, entonces los cura­ ba Sabaséba... Si hubiese estado aquí todo sería plano; veríamos todos clarito de noche, comeríamos "taichirogbá” , seríamos felices y tranquilos... Si Saáki no hubiera engañado a Sabaséba, éste hubiera vivido entre nos­ otros siempre y no existirían enfermedades, ni dolor de cabeza, ni dolor de estómago, ni fiebres entre los barí... Veríamos claro por la noche co­ mo él lo hace... Sabaséba quiso permanecer con los barí, pero Saaki no quiso. Por eso sufrimos, morimos...». Creemos que estas frases recogidas de los distintos mitos y de las comunicaciones de nuestros ancianos informadores son muestra eviden­ te de la creencia de su tradición en un mundo paradisíaco, en una situación de inocencia grupal, del hombre ejemplar, feliz en medio de

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