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650 D. CA ST ILLO CABALLERO donde, según la concepción barí del universo, se encuentran los Sai- madoyi. Aquellos jóvenes se arrepintieron, después, al enterarse que aquel gran maestro de construcción, Kassóso, tenía pensado ir también a la montaña a enseñarles, como se lo había encomendado el mismo Sa baséba. E l mito hace entrar de nuevo en escena a Sabaséba, para dar carác ter fundacional al acontecimiento: «Por haber matado a Kassóso, desde ahora, vosotros os construiréis vuestras casas comunales... cargando con los palos y palmera real...». Y continúa enseñándoles el modo cómo lo realizarán. Lo mismo que les había indicado Kassóso: material a emplear, forma de colocación de vigas, palmera, labor de los hombres, de las mujeres..., normas de comportamiento dentro del bohío, etc. Los relatos de los ancianos sobre Kassóso, suelen terminar: «Y desde entonces, los barí construimos los bohíos, hacemos los chincho rros, esterillas y todo como nos lo mandó Sabaséba...; si aquellos jó venes no hubiesen matado a Kassóso, éste nos haría hoy los bohíos y tan rápido como él los hacía en aquellos tiempos...». Respecto a este relato hay que anotar que, además de subrayar la preciosa descripción que presenta sobre la transformación de la sangre de Kassóso en los gusanos de seda que llevan el mismo nombre, fruto de su gran espíritu observador, el mito etiológico presente responde a la misma intención que apuntábamos antes. Reenvía a la fundamenta- ción de una institución social tan importante en su cultura. Intenta dar- base profunda a unos ritos de construcción, inauguración, distribución, comportamiento, etc., tan pormenorizados como ya hemos analizado. Estos ritos necesitan ser proyectados a unos tiempos y personajes mí ticos, primordiales que fuesen los arquetipos de lo que los barí hacen, desde entonces, a lo largo de su historia. Una vez más, Sabaséba aparece como el verdadero y auténtico fun dador de sus instituciones, si bien encomienda sus funciones a otros personajes que trabajan, a sus órdenes, según el modelo que él les indica. Creemos que aquí termina el mensaje «religioso» del mito relatado. Sin embargo, la imaginación de los relatores lo adornan con otros de
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