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LOS BARÍ 633 riosas cuevas («Yakokóu-kái» o «Sitbayí-kái»: casa de los guácharos o de los Sitbayí), con el fin de que los dabaddó no les matasen. E l mismo les proporcionó una especie de mecha de hierro para hacer los huecos en las rocas. Las descripción que la mitología barí hace de ellos es impresionante: los pies torcidos, con guayuco de diversos colores muy vivos («moainí» — colores vivos— ), pintados con rayas de intensos colores. Su alimentación totalmente prim itiva: comen pe­ pas, mono pereza, sapos, ratones, culebras, insectos... Su organización es muy similar a la de los barí. Sabaséba les encargó no relacionarse con éstos, por su agresividad; motivo por el que no se dejan ver por ellos, ni se acercan a sus bohíos. Tienen también caña brava, arcos igualitos a lo de los barí, pero con flechas especiales, de caña brava roja, regalada por los Basunchimba; cultivan conucos con toda clase de alimentos. Sus casas, como hemos visto, se cierran con peñas enor­ mes, pero que ellos las mueven con la misma facilidad que hacen los barí con las de sus bohíos214. • Ninchií. Son como especie de burros, pero son gentes parecidas a las personas que conocemos. V iven en el agua, en familia: papá, mamá e hijos. Los conucos los tienen aparte de los Taibabióyi. No son amigos de los barí ni se casan con ellos; tampoco con los Taibabióyi. También a ellos, según salían de las cenizas de la viejecita, Sabaséba les indicó que vivieran en el fondo de los ríos. Cuentan los antiguos que los dabaddó, que no tenían agua en aquellos tiempos, venían a buscarla, con frecuencia, donde estaban los ninchú. Y se quedaban mirando a las hijas de éstos. Un día Sabaséba lo notó. Entró en el río, sacó dos hijas de los ninchú y se las entregó a los dadabbó, pues no tenían mu­ jeres, para que se casasen con ellas 215. 214. Lo mismo que ocurre con los Taibabióyi, también nuestros informa­ dores dan crédito a la existencia de los Sitbayí y afirman, con absoluta cer­ teza, haberles visto. De nuevo Akairagdóu, Luis Asebo y Agustín describen con todo detalle sus rasgos característicos. Creemos que la tradición mitológica barí pudo haber encontrado un punto de apoyo en el misterio que rodeaba las cuevas de los guácharos, a las que ya nos hemos referido. Pudieron haber apreciado pisadas de otros barí que hubiesen estado allí cazando... y la fan­ tasía crearía ese otro mundo maravilloso de los Sitbayí para dar respuesta a su asombro. También aquí debemos matizar cuando algunos de nuestros infor­ madores afirman que aquéllos son «barí». Se refieren a que son personas, pero no del grupo étnico propiamente «barí», puesto que nacieron de las ce­ nizas de la viejecita. 215. Los barí se quedan asombrados de que los blancos, cuando los visitan, siempre hacen alusión a la abundancia de agua de sus territorios. Quizá esto

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