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6 1 4 D. CASTILLO CABALLERO les impone un nombre: «Vosotros ("U d s.” dice la narración en su tra­ ducción acomodada a la forma de dirigirse en el castellano venezolano) os llamaréis barí». Esta misma acción se repite en los relatos mitoló­ gicos siempre que Sabaséba, sintiendo hambre, coge una piña para recuperar fuerzas. De cada una de ellas surge una familia. Y cada vez les va repitiendo lo mismo: «Vosotros os llamaréis barí». Y así suce­ sivamente. Surgía, así, el pueblo barí. Con esto quedaba constituida la familia barí, y reconocida la im­ portancia que, dentro de la historia de este pueblo, adquiere esta ins­ titución, en cuanto grupo primario, como ya hemos visto con deten­ ción en la primera parte de nuestro trabajo de campo. Se encuentra aquí un detalle muy significativo que consideramos necesario hacer resaltar. Contra lo que aparece en otras cosmogonías, aquel nombre que Sabaséba le impone a la nueva familia, no es deter­ minado. Se llamará simplemente personas, gente, hombre: «barí» 202. 202. Este significado del término «barí» debemos tenerlo muy en cuenta, para no confundir a otras personas mitológicas con el grupo étnico propiamen­ te barí. Así, cuando se les pregunta, por ejemplo, si los Taibabióyi eran «per­ sonas», inmediatamente responderán: «Sí, son barí». Para mayor precisión es necesario matizar la pregunta, indicándoles si son de su propio grupo étnico o no. A lo que responderán: «Akabá»: de ninguna forma. Este detalle adquie­ re una importancia capital en el tema del personaje Sabaséba, como más tarde veremos. Hacer proceder el género humano del mundo vegetal parece ser una con­ cepción mítica generalizada en la historia de la cultura. Igualmente, han teni­ do mucha importancia en la manifestación de lo sagrado las epifanías vegetales (cf. G. Widengren, Fenomenología de la religión, Madrid 1976, 144; M. Elia- de, Tratado de Historia de las Religiones II, Madrid 1974, 39-108. No com­ partimos lo que Villamañán recoge de Adolfo Akairagdóu en torno al origen de los barí: «La gente primera que salió lo hizo del hueco de un árbol» (Mi­ sión y antropología. Origen de los hombres y cosas del otro mundo según la tradición de los motilones barí, en Ven.Mis. 31 (1969) 269). De hecho, él mis­ mo, en su trabajo ya más elaborado: Cosmovisión..., 6 , no hace alusión a este origen. Quizá pueda explicarse por falta de precisión en la pregunta sobre el origen de algunos personajes míticos o de su situación actual, como los «Bá- migdá». que viven en los troncos de los árboles. En los primeros contactos con ellos pudo haber, también, cierta confusión, aplicando a su mitología al­ gunos detalles de la mitología de los yukpa que, efectivamente, hacen proceder a la primer mujer yukpa del tronco de un árbol. Nunca se dará la suficiente importancia al origen «familiar-comunitario» de los barí, tal como aparece en su mitología. Desde éste debe entenderse su concepción socioeconómica tal como la hemos examinado en la parte anterior de nuestro trabajo de campo. Interesante el mito de la tribu Tullischi del grupo Buba africano. Según él, su dios plantó una calabaza en la tierra; cuando la calabaza creció, maduró y se abrió en dos mitades y un hombre y una mujer salieron de ella (cf. S. F. N adel , The Nuba, Londres 1947, 323).

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