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LOS BARÍ 591 La misma Fenomenología nos describe cómo emerge la pregunta religiosa en el hombre: dentro de la experiencia humana general. En efecto, al verse el hombre afectado en su propia vida por fenómenos mundanos extraños, de naturaleza distinta, no fácilmente explicables ni evidentes de forma inmediata, surge en él una actitud de sorpresa y asombro, desde donde asume el sentido distinto y más profundo de su vida. Desde la aceptación de este «otro sentido» proyecta su vida en modelos más o menos sistemáticos de creencias, valores y compor­ tamientos que constituyen una esfera particular de referencias: el mun­ do religioso: un mundo no-obvio, diferente, extraño... En definitiva, «misterioso». Es la búsqueda de comprensión radical del universo — mundo y hombre— la que remite hacia esa respuesta totalmente distinta a la ordinaria, a la que llamamos «religiosa». Ciertamente, existen otras muchas situaciones humanas desde las que también se pretende respon­ der a las mismas cuestiones, pero desde otras perspectivas, no tan pro­ fundas n i tan definitivas, que se diferencian de la religiosa. Esta experiencia se desencadena desde las más distintas situaciones humanas, y se muestra y configura de acuerdo con un contexto socio- cultural particular, propio de cada pueblo e, incluso, de cada persona. Por este motivo, en nuestro estudio no intentamos preguntarnos por el concepto de lo religioso, sino por la existencia de esa esfera de lo sagrado en todas las posibles manifestaciones en las que se expresa el alma barí. Es por lo que nos retrotraemos de nuevo a su historia: sus tradiciones, sus cantos, sus relatos, sus mitos... en los que ha vertido su cosmovisión (forma de entenderse a sí mismo, el mundo de la natu­ raleza, el mundo de las otras etnias)... En una palabra, nos interesa analizar todo aquello de donde haya podido brotar su deseo de buscar sentido decisivo y profundo a la vida propia y ajena y de relaciones con citando una interesante lista de misioneros que atestiguan su postura. Cree­ mos que tal defensa no responde a unos presupuestos antropológicos admitidos hoy día por las ciencias humanas. No afirmamos que tales «nuevos apóstoles del Indigenismo» tengan razón en sus críticas despiadadas contra las misio­ nes católicas; pero pensamos que tampoco Carrocera se sitúa en una perspec­ tiva antropológica actual. Más adelante volveremos sobre este interesante as­ pecto de la religión de los indígenas, al final de esta segunda parte de nuestro trabajo de campo.

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