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568 D. CASTILLO CABALLERO llamado de esta forma). Esta resina actuaba como droga desinfectante y se derritía con un tizón. Una vez que se conseguía esto, la resina la mezclaban con el tabaco, se metía en la encía inferior, entre los labios y los dientes inferiores, donde, a fuerza de dar vueltas, se humedecía con la saliva, formando un conjunto de pasta blandita. Una vez que se hallaba en esta forma, se escupía sobre la parte afectada y allí se extendía con la mano repetidas veces, con ciertas interrupciones opor­ tunas. La mezcla conseguida procuraban guardarla en «Loksá» (especie de totumas pequeñitas) para emplearla en el momento apropiado. Se conservaba en el bohío; pero, en sus salidas, solían llevarla consigo, colgada al cuello. No todos los miembros de la comunidad podían aplicarlo. Estaba reservado oficialmente, por tradición recibida de los Saimadoyi, a los «Yakúikuibái», o ancianos curanderos. En algunos casos excepcionales también lo aplicaban las mujeres ancianas que conocían el secreto. Existían diversas fórmulas para su aplicación, sólo conocidas por los ancianos y ancianas. Eran tenidas como «secreto» reservado, que no se transmitía sino a los ancianos. Quizá fuese este el motivo que dificultó en su primer momento el que éstos sintiesen fuertes reparos en comu­ nicarme el «secreto de los Yakúikuibái». E l contenido de estas fórmulas siempre decía relación al deseo de que el tabaco utilizado actuase como remedio de enfermedad, como fortificante o como maleficio, según la finalidad con que se utilizaba. E l anciano que lo realizaba, además de recitar ciertas fórmulas p ri­ mero y de canturrearlas, solía, después, dar unos saltitos cada poco, según pudimos apreciar en la manifestación práctica que nos hizo Akai- ragdóu. También nos reveló algo que consideramos de suma impor­ tancia en nuestro estudio de campo. Cuando aplicaban el tabaco, jamás acudían a Sabaséba para invocarle, o raramente; Sabaseba curó y ense­ ñó a los Saimadoyi a realizar estos ritos. Pero ahora los barí no lo necesitan; por eso no acuden a é l 176. 176. Resulta anacrónica con cuanto llevamos dicho la interpretación que A. de Villamañán hace de un fenómeno tan corriente entre los barí, particu­ larmente entre niños: jugar con las mariposas. «Cuando obtienen la salud de­ seada, hacen por demostrárselo a los basuncbimba, como recogiendo mariposas y tirándolas al aire para los basuncbimba, todo ello en señal de agradecimiento» (Cosmovisión..., 25). Una vez más queda confirmado lo que ya hemos indica­ do respecto a la interpretación de estos fenómenos: proyectamos intenciones de nuestra cultura religiosa que nada tienen que ver con la cultura barí.

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