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LOS BARÍ 563 ocúpase por completo del difunto, como de algo que no le interesa, como de un objeto que le estorba» 167. Nada más contrario a la concepción que tiene la cultura barí sobre el hombre y su destino. La muerte provoca también al barí una inquie tud de que se encuentra ante algo misterioso, insólito que explica ciertos ritos de los que nos informan con todo detalle. Existía distinto comportamiento según fuese la muerte entre ellos. A los que morían de muerte violenta en la selva, los dejaban en el mismo sitio para que los comiesen los zamuros negros («Bagchíba»), de quienes más tarde hablaremos. E l resto solía morir dentro del bohío. No es cierto la afirmación que hace Alcácer: « ...lo mejor es dejar morir tranquilamente al enfermo: lo abandonan, y si se trata de una enfermedad grave, lo dejan solo en la choza o en el camino y dejan a Daviddú cumplir su Ley inexorable» 168. Según nuestros informadores, a quienes preguntamos en varias ocasiones sobre este asunto, esta afirmación no responde a la realidad. No: «Akabá». Existían entre ellos varios procedimientos trans mitidos por sus antiguos y que llegaron nuestros informadores a cono cer y realizar antes de la entrada definitiva de los misioneros. Con los niños(as) chiquitos existía la costumbre de enterramiento en cuclillas, tan frecuente en la prehistoria y en algunos pueblos prim i tivos. Se les ponía en la posición de feto en el seno materno. E l cuerpo flexionado hasta que las rodillas diesen con el mentón de la cara. Lo envolvían en un guayuco; preparaban unas hojas grandes de bijao y, así preparado, lo ataban con cabuya o bejucos apropiados. Y lo en terraban. Para el resto de las personas mayores existían distintos procedimien tos. Nos las cuentan nuestros informadores como testigos oculares. E l primero de ellos nos lo relata A lirio Okiáno quien, siendo aún joven, vio enterrar a su mamá antes de 1960. A l morir una persona, amarraban el chinchorro con cabuya a un palo fuerte por los extremos y el centro — cabeza, abdomen y pies, precisa— . De esta forma era conducido por dos familiares fuera del bohío, a la selva, acompañados de algunos otros de la familia. Una vez llegados al sitio conveniente, el varón más próximo al difunto excavaba en la tierra con un palo fino o el machete, haciendo un hoyo lo suficiente profundo para cubrir el cuerpo, sacando la tierra con las manos. Realizado este trabajo, depo sitaban el cadáver tapándolo con hojas de bijao. 167. A. de A lcacer, El indio motilón..., 47. 168. Id ., Los ba rí..., 89.
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