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5 6 2 D. CASTILLO CABALLERO coge a los barí por la mano, los lleva a su residencia y allí mantiene relaciones sexuales con las personas, les inocula el veneno, enferman y mueren 165. A continuación, viene el entierro. Sobre el proceso del enterramien­ to de los barí se han hecho afirmaciones que, después de nuestro estu­ dio, nos han resultado sorprendentes. Desde la de aquellos que confun­ den el enterramiento barí con el que efectúan otros indígenas, en con­ creto los yukpa I66, hasta los que no tienen reparo en señalar: «No hay entre los motilones ritos funerarios ni cosa parecida. E l motilón despre- 165. Mientras la muerte de los mayores se atribuye a «Daviddú», la de los niños a los «Schumbrába», personajes míticos cuyo significado más tarde analizaremos. 166. Entre los que confunden los ritos funerarios barí con los de los yukpa, pueden mencionarse: Camilo de Ibi, en el informe que recoge Las Mi­ siones Católicas de Colombia. Labor de los Misioneros en el Caquetá y Putu- mayo, Magdalena y Auraca. Informes año 1918-1919, Bogotá 1919, 171-172; C. de Armellada, De cómo los indios motilones no entierran a sus muertos, en Ven.Mis. 8 (1946) 187-189; B. V en tu rello , El baile funerario en las tribus motilonas, en RGA. 33 (1950) 261-264; M.a de Betania, Mitos, leyendas y costumbres de las tribus surantericanas, Madrid 1964. en 114 ss. confunde a los barí con los antiguos yukpa, llamándoles «yukos». Sobre el tema de la muerte y sepultura, 118-119. Es interesante la descripción que C. de Ibi nos hace sobre el entierro de los mal llamados motilones y que corresponde perfectamente al efectuado en la tradición yukpa: «Creen en una vida futura. Prueba de ello es que a sus muertos, cuando los envuelven, les colocan en la parte de afuera bollos, pes­ cado, carne, etc., y según dicen, todo esto se lo colocan allí para que coma durante el viaje que ha emprendido, y esas cosas se las colocan durante mu­ chísimo tiempo, como yo mismo lo he visto» (o. c., 171-172). Igualmente hay que decir del segundo entierro del que nos hablan los demás autores antes citados. Los yukpa siguen enterrando de dicha forma, tal como lo atestiguan algunos misioneros de Los Angeles del Tukuku. Así, R. de Renedo nos des­ cribe en una de sus visitas a los «Pigmeos» de la Sierra de Perijá el siguiente dato: «A l lado del camino encontramos un ranchito o enramada en miniatura con algunos utensilios (cobija, cuchillo, cesto, etc.). El fuego estaba encendido y sobre él había unos plátanos asándose. Nos explicaron los indios de Pochotno que aquello era la tumba de un niño, enterrado pocos días antes; y que le ponían todo aquello para que se abrigase y comiese en el camino "hacia la otra vida” . Qué es esa "otra vida” para los indios yucpa, aún no lo tenemos bien explicado» ( Visita a los "Pigmeos” de la Sierra de Perijá, en Ven.Mis. 31 (1969) 99). Para este tema. cf. A. de Villamañán, Misión y antropología. El camino de los yucpas hacia la otra vida, en Ven.Mis. 31 (1969) 178-180: Id., Misión y antropología. Origen del mundo y de los hombres y vida después de la muerte según la tradición de los yucpas del Aponcito, en Ven.Mis. 31 (1969) 266-268: Id., Misión y antropología. La vida en el otro mundo y una explica­ ción del origen de los seres según la tradición de los yucpas, en Ven.Mis. 31 (1969) 298-299. Conservamos, por fidelidad, la forma del término «yucpas» tal como estos autores lo describen en esta época.

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