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L O S B A R Í 535 que aportan nuestros informadores para justificar esta costumbre era que «así estaban toditos blancos» 145. Las mujeres solían pintarse también en su tatuaje con tintas de distintos colores, haciéndose rayas longitudinales en forma de X. Las extraían de un árbol llamado «Doái», con fines estéticos y terapéuticos (para defenderse del sol). No parece encontrarse motivo mágico alguno. Las tintas con las que se pintaban los brazos, el tórax y abdomen ( ¡no usaban pinturas en la cara, a no ser los niños(as)!), se llamaban, según los distintos colores, «Mamayógba» (fruto tropical de pepa con cuya tinta se tatuaban antiguamente), «Bakkó» (pintura negra) y «Tuk- dá» (achote). Al acto de pintarse lo llamaban «Guibagddú». Como adornos, tanto los hombres como las mujeres y niños, em­ pleaban collares, de los más variados, perforados y atravesados por hilos sencillos. Las mujeres y los niños por motivos estéticos y mágicos, mientras los hombres los utilizaban con sentido mágico, como estimu­ lantes en sus tareas correspondientes a las funciones que tenían seña­ ladas. Entre los objetos que servían para este adorno sobresalían: — collares de pepas silvestres — dientes de animales: mono, tigrito — huesecitos de guacamayo, loro — picos, plumas y colas de tucán, pájaro carpintero, ardita — pezuñitas y uñas de animales: marimonda, tigrito, monos, bá- quiro — gusano de seda (Kassóso), etc. — trocitos de algodón en las niñas... Los motivos de esta costumbre podrían ser estéticos (mujeres y niños) y mágicos (en todos). Servían como estimulantes para realizar tareas propias del varón o de la hembra, en el presente o en futuro. Por ejemplo, los dientes de animales se ponían con el objeto de curar rápidos; el pájaro carpintero traía suerte para cavar la tierra y cortar 145. Como prueba del recato del barí por lo que considera «sus tradicio­ nes», sobre todo cuando son más íntimas, podemos testificar que, después de interesarnos por este asunto durante todo el tiempo de nuestra permanencia entre ellos, sólo logramos clarificarlo el día antes de nuestra salida definitiva. Efectivamente, se depilaban no sólo las cejas y pestañas, sino «todito». Hacen indicaciones para confesar que también se depilaban las partes del cuerpo que llevaban ocultas con el Tarikbá y la Dukdúra.

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