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L O S B A R Í 5 2 3 Las técnicas eran diversas, según los distintos animales que se pre tendía cazar. La Hna. Magdalena nos describe de esta forma la caza de algunos animales, tal como la realizaban en la parte de Colombia: «Para cazar picure, hacen, en tiempo de cosecha, de palma de corozo la «humera», especie de cuartito pequeño; allí se esconden ellos, y cuando los picures vienen a comer, los matan. Para las aves hacen un nido grande con las mismas ramas del árbol (las hacen en árboles de mucho follaje) y allí se meten con un manojo de flechas para flechar su presa cuando vienen a comer. Para cazar animales grandes usan flechas con una punta metalicia llamada «dokuera» y para las aves la flecha que termina en una cabecita redonda; éstas se llaman «sakbara», para animales medianos mediante flechas terminadas en macana... Tie nen suma habilidad para imitar los sonidos de los animales y se valen de este medio para atraparlos» 13°. Las piezas mayores las amarraban a grandes palos para transportar las al bohío; mientras que las aves, y demás piezas menores, las traían atadas a bejucos sobre las espaldas. Las piezas conseguidas se distri buían equitativamente entre todos los participantes. Nos atestiguan que, si algunos enfermos o imposibilitados no habían podido asistir, tam bién participaban en el reparto. El retorno era silencioso. Caso de que la fortuna les hubiera sido próspera, la alegría y satisfacción se les notaba en el rostro, aunque, en caso contrario, afloraba en ellos esa característica, tan propia de su raza, de la imperturbabilidad y acepta ción, pensando en que otro día la fortuna les depararía mejor suerte. Por lo menos, habían ejercitado su espíritu de aventura y con seguridad ya tenían hazañas que narrar ante el fogón familiar. Dentro de esta actividad tan importante barí sobresale la caza de los guácharos («Yakokóu»). Estos son aves nocturnas que se alimentan de frutas recogidas durante el día y que digieren durante la noche. Sobresalen por la destreza en sus movimientos: emiten una serie de «clics», por medio de un sistema de radar parecido a los de los mur ciélagos y su carne es muy apetitosa para los barí. Anidan y se refu- formas, el zamuro negro aparece en toda la tradición barí y sus mitos muy li gado a la carne de los muertos y vida de ultratumba, por lo que nunca gozó de simpatía entre los barí. 130. M . G o n z á le z C., U so y costumbres..., 57. Transcribimos fielmente su texto, aunque las palabras que utiliza para denominar las distintas flechas sean de origen barí-colombiano. Más adelante transcribiremos dichos términos tal como los hemos recogido directamente de nuestros informadores, en el sec tor venezolano.
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