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LOS BARÍ 5 1 5 fiesan nuestros informadores)— . Les acompañaban también las mujeres, pero quedándose lejos. Se encargaban de preparar la comida durante el tiempo que duraba la pelea. Las armas que empleaban eran las que su cultura les permitía: el arco, las flechas (de macana o palma negra y muy resistentes) y, posteriormente, las flechas de hierro y el machete. Estas guerras de guerrillas nos son conocidas ya desde los tiempos de la Conquista 120. Actuaban con verdadera picardía, conociendo per­ fectamente el terreno que pisaban, defendiéndose y atacando en el pre­ ciso momento, preparado con toda exactitud, principalmente por la noche, a la luz de la luna. Llevaban una especie de tambor para asus­ tarlos. Para evitar posibles señales de pista y reconocimiento y no dejar siquiera rastros de sus pisadas, por la noche solían ponerse hojas de árboles en los pies, procurando, también, siempre que el terreno y otras circunstancias se lo permitía, caminar por encima de los troncos de árboles caídos. Igualmente, al travesar los ríos, a su orilla trataban de borrar las posibles huellas. Era la forma mejor de crear desconcierto en el enemigo y de pillarle de sorpresa. Los ancianos suelen dar rienda suelta a su imaginación al contar estos relatos. Cada cual añade detalles que cree interesantes y sorpren­ dentes para exaltar el valor de su gente. Es un verdadero gozo y sa­ tisfacción el que sienten al recordar hazañas, bien sean éstas de épocas antiguas o de hechos vividos por ellos antes de la última pacificación. Terminada la guerrilla, volvían de nuevo a sus respectivos bohíos. Allí, si la lucha había finalizado a su favor, contaban con todo detalle a sus familias lo ocurrido y lo celebraban, aunque sin ritos especiales. El otro frente, más ordinario y menos llamativo, era el del grupo de los yukpa, que reciben diversos nombres, como veremos, según su distinta situación geográfica. Estos fueron siempre considerados en la tradición barí como inferiores a ellos en todos los aspectos. Con el elevado concepto que el barí tiene de sí mismo, y siendo tan evidentes las diferencias psicobiológicas de aquel grupo en relación a los barí, no es de extrañar que éstos, desde muy antiguo, se hayan 120. Cf. A . de A l c a c e r , o . c ., 80 ss. Para el examen de la leyenda sobre el carácter guerrero de los barí y luchas tenidas para defender su territorio, pueden verse las notas 8. 24. 25. 32. 44 de este mismo trabajo de campo. Los misioneros que contactaron con ellos en 1960 por tierra atestiguan que nunca vieron a los barí quienes, según información de éstos, les fueron siguiendo y acechando en sus reacciones desde que entraron en territorio barí hasta llegar al primer bohío.

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