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5 1 4 D. CASTILLO CABALLERO ¿Cómo compaginar estas afirmaciones, al parecer, contradictorias? El punto de partida para un posible acercamiento correcto a la com prensión de esta situación puede ser el siguiente: los pueblos pri mitivos presentan siempre una cierta antipatía y recelo hacia otros grupos distintos a los de su raza con los que han entrado en contacto a lo largo de su historia. Característica que se refleja también en les barí. Por otra parte, como ya hemos examinado, el pueblo barí se ha visto constantemente amenazado a lo largo de toda su historia. Lo que puede explicar que su relación con otros grupos étnicos no haya sido pacífica. Los móviles de sus enfrentamientos no han sido nunca de carácter religioso, ni de apetencia social o económica, como en otros pueblos primitivos. Tampoco han sido de carácter individual, o de ciertas fami lias que buscasen un status social determinado y de preponderancia. Los motivos han sido de grupo. Se han visto atacados como grupo en su libertad, territorio, personas... Algo que consideran muy suyo y que se hallan dispuestos a defender de forma implacable. Cuando se sentían atacados, respondían con tenacidad y perspicacia con objeto de defenderse y vengarse de las injusticias que se cometían contra ellos. Sus enfrentamientos se efectuaban en dos frentes principales: blan cos y yukpa. Los primeros — «Dabaddó» o «Abirú Dabaddó» (blancos)— apare cen en los más antiguos relatos y mitos barí como los principales y constantes usurpadores de sus territorios. En tales tradiciones se les presenta con caracteres particulares — verdaderas pinceladas psicológi cas nacidas de la observación— . Por lo que se refiere a los medios de combate, se les pinta siempre superiores: Admiran sus embarcaciones, animales, escopetas, vestimenta... Los barí, en cambio, tenían que de fenderse con técnicas primitivas de clásica guerrilla y emboscadas bien preparadas, con la única ventaja del mejor conocimiento del terreno y de la mejor preparación natural para resistir las inclemencias climato lógicas de la selva tropical. Estas emboscadas las organizaba y dirigía el Ñatubái o jefe del gru po comunal que más se sentía afectado por los ataques de sus enemigos. En ellas participaban todos los otros grupos comunales del terri torio. La noticia corría de forma rápida, tan propia de estos indí genas. Se reclutaba a todos los varones mayores — que llevaban ya el «Tarikbá» (guayuco) y se consideraban valientes ( ¡a quienes el corazón no les hacía «tuc, tuc, tuc»!, síntoma de miedo y cobardía, como con
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