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5 1 2 D. CASTILLO CABALLERO A pesar de esta particular independencia, los distintos grupos comu nales se relacionaban entre sí en ciertas ocasiones y por motivos espe ciales. Cuando se iniciaba la construcción de un bohío se invitaba a otros vecinos para que les ayudasen, con el fin de terminarlo lo antes posible, si urgía. El día de la inauguración de aquél era considerado un gran día, al que también se invitaba a otros grupos, particularmente a los que habían contribuido a su construcción. Otro de los momentos de interrelación se verificaba con motivo de visitas especiales, a las que el barí era muy dado. Por último, cuando tenían que agruparse para defender su propio territorio frente a agresiones de otros grupos étnicos. Toda visita a una casa comunal barí, distinta de la propia, se regulaba por unas formas tradicionales rituales que eran cumplidas con toda exactitud y la mayor naturalidad. El visitante (o los visitantes) permanecían en el umbral de la puerta del bohío, de pie, en espera de que se les invitase a pasar, demorándose todo el tiempo preciso hasta que se les invitase personalmente. Una vez ofrecido el permiso, se adentraba en el bohío, sin especiales ritos o muestras de cariño, aunque fuesen íntimos o familiares. A continuación, se le invitaba a participar de la comida de la familia anfitriona y, terminada ésta, a veces, en casos especiales, se le obsequiaba con flechas o algunos otros regalos. Durante la estancia, se observaba la tradicional política de respeto y de no ingerencia. Si la visita se prolongaba, existía entre ellos una costumbre de hospitalidad muy enraizada en la tradición antigua y que nuestros informadores recuerdan. Los padres de la familia que invitaba entregaban alguna de sus hijas al huésped en señal de hospitalidad, para que conviviese sexualmente con ella durante la noche. Igualmente, las mujeres autorizaban a sus maridos para que libremente satisfaciesen el apetito sexual de la chica que venía en plan de visita al bohío, aunque estas visitas eran menos frecuentes. Entre los barí no tenía esta milia o grupo (cf. A . de A l c a c e r , o . c ., 67). Nada más extraño a su forma de ser. Se trata, más bien, de ser fieles a la norma de respeto a los demás, tan típica de este pueblo. Creemos que R. Jatilin ha recogido en esta ocasión con exactitud el motivo de tal comportamiento: «Tanto entre los individuos de un mismo grupo como entre los grupos diversos la regla consiste en no pesar de masiado sobre el otro. El deseo de compatibilidad, el temor a las ingerencias abusivas — y la cólera fría a la que esas ingerencias pueden llevar— son ras gos específicos de los habitantes del Amazonas» (Im paz blanca..., 30). El res peto a lo «del otro» (conuco, utensilios...) aún hoy día es algo que llama la atención de los visitantes.
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