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LA HUMANIDAD DE CRISTO EN. 353 La santa corrige al maestro orientada directamente por Dios: «díjome hoy el Señor... que erraba en imaginar las cosas del alma con la misma representación que las del cuerpo, que enten­ diese eran muy diferentes, también entendí: no trabajes tu de tenerme a Mí encerrado en ti sino de encerrarte tú en Mí» (Re­ lación 8.a, año 1571 ). 3 . Hemos estudiado la representación plástica de la humanidad de Cristo que santa Teresa pudo ver y contemplar. Estas pinturas y escul­ turas corresponden a artistas castellanos de los siglos xv y xvi, y pu­ dieron determinar la imagen que ella se forja de la humanidad de Cristo. La santa siente la humanidad de Cristo a través de visiones ima­ ginarias e intelectuales. De aquí, la necesidad de estudiar detenidamen­ te dichas visiones de la humanidad. 1 . Su origen es sobrenatural, es decir, proceden de Dios. No nega­ mos que las visiones se pueden preparar con una psicología como la de la santa, con una espiritualidad y entrega como la suya, pero esto sólo no basta. En toda visión auténtica de Cristo, hay que recurrir siempre al carisma de la gracia divina, a la elevación de la potencia humana. En general, la Iglesia ha reconocido su origen divino, al igual que todos los críticos e historiadores que no rechazan a priori los fenómenos místicos como gracias de Dios. Estas visiones son sobrena­ turales porque no proceden de Satanás: «Cuando es demonio parece que se esconden todos los bienes del alma, según queda desabrida y alborotada y sin ningún efecto bueno» (Vida 25 , 13 ); Cuando es de Dios «es tan de espíritu esta manera de visión y de lenguaje, que ningún bullicio hay en las potencias ni en los sentidos, a mi parecer, por donde el demonio pueda sacar nada» (Vida 27 , 7 ). Porque tampoco proceden de la psicología de la santa sino del poder y amor de Dios: «Querer ver el alma más de lo que se le representa, no hay ningún remedio... y así no veía más de lo que cada vez quería el Señor mostrarme» (Vida 38 , 2); «Su majestad se nos comunica y nos muestra el amor que nos tiene, con... visiones tan admirables» (Moradas VI, 8, 1). 9

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