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A VUE LTA S CON LA E SCA TO LOG IA CRISTIAN A 329 lógico que se tomó alegremente como feliz liberador del esquema antro­ pológico del helenismo. 3 . En la Iglesia nac ente los autores de la primera tradición, en general, no se proponen «in recto» los temas en torno al futuro abso­ luto del hombre, si no es la resurrección de los cuerpos. Esa falta de sistematización no impide que se vivan las verdades escatológicas cons­ ciente e intensamente; pero sí explica, a su vez, la mezcla de errores y deficiencias. La concepción antropológica, tan condicionante de la escatología, es de marcado signo dual y aun ternario. Cuerpo, alma y espíritu son realidades que se distinguen netamente; sin que, por otra parte, admi­ tan las tesis del dualismo platónico: preexistencia de las almas, unión accidental, etc. En cuanto a las verdades escatológicas, la proximidad cronológica a las fuentes neotestamentarias hace que en ellos se acuse de modo especial la escatología final del universo. El centro de la misma es la venida gloriosa de Cristo, a la que seguirán la resurrección de los cuerpos, la glorificación del cosmos y el juicio de la historia. La exaltación de la escaiología cósmica llevó a algunos al error del «milenarismo» (Pastor de Hermas, Justino, Tertuliano...). Las verdades de la escatología postmortal inmediata hay que enten­ derlas a la luz de la antropología dualista: la muerte afecta sólo al cuerpo mientras que el alma perdura viva y consciente. Se afirma —en general— que premio y a stigo siguen inmediatamente a la muerte, por lo que juicio particular y universal no se contraponen. El alma recibe sentencia después de la muerte, lo que no quita que en la resurrección del último día el hombre entero, como unidad, sienta la presencia de Dios y su juicio de un modo nuevo, individual y socialmente. En ese juicio se presentan como alternativa el premio y el castigo, si bien los autores del siglo n destacan en todo momento la acción salvadora de Cristo. Los tratados más extensos están dedicados a la resurrección de los cuerpos. La aporía que representaba para el pensamiento griego la re­ surrección de la carne, debía ser resuelta, bien en lenguaje de fe —para los creyentes— , bien con argumentos de razón —para los pensadores paganos— . Es vivo en esta época el tema de la condenación. Con él se alienta a la fidelidad en la> persecuciones y se amenaza a los persegui­ dores. Pero es la salvación lo que cualitativamente más se acentúa: la gran esperanza de los cristianos que sufren persecución y la confesión gozosa de los mártires en los sufrimientos y torturas.

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