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338 BERNARDINO DE ARMELLADA V Una apreciación personal sobre la semana teológica es que en su conjunto pudo crear perplejidades en el público asistente, en su mayo ría sacerdotes con cargos pastorales. Las ponencias fueron un entra mado de direcciones variadas que, más que formar una malla con fuerza de criterio, enredaron a veces la posibilidad de comprensión teológica. Algunas mostraron más la cara espectacular de lo novedoso que sus raíces auténticas, no siempre fáciles de desenterrar. Y así había discordancias que eran de estilo y se las pretendía de fondo. La fe admite y exige crítica. Como la vida. Pero tiene una consis tencia previa que es la que hace posible el mismo hecho de criticar o examinarse. Racionalidad y fe son magnitudes simultáneas que han de encajar en la síntesis mental del cristiano. No se puede entender a Cristo sin Dios, ni al hombre sin Cristo. Los correctivos criterio- lógicos han de partir de esa totalidad. Y en escatología es menos lógico que en cualquier otro discurso hacer valer sólo los derechos del pre sente. El frenazo de la «Teoría Crítica» (de la escuela de Francfort) a toda ilusión positiva de futuro han influido demasiado en la teología, una ciencia que, sin ser esclava de sus mitos, abarca también el futuro temporal y transtemporal del hombre en un contenido divino lúcida mente captable por la esperanza sobrenatural. «Yo mismo, y no otro, hombre de espíritu en el cuerpo, estoy llamado a tocar el punto eterno de lo divino en una felicidad que es amor inenarrable». La llamada de Dios, realidad audible en el acontecimiento de Cristo y de su Iglesia, tiene un proceso en su propia verificación y en la respuesta humana. Tiempo, espacio y eternidad han de conjugarse. El problema no es nuevo. Quizás las soluciones tampoco lo sean demasiado. La visión cosmológica moderna aparece descolgada irredimiblemente de las altu ras sobrenaturales que amparaban la cosmología medieval. Pero la autonomía no significa independencia. Antes bien, da prestigio a los encuentros personales. Y personal es el encuentro, sobrenatural y sal vador, de Dios con el mundo en la encarnación de su Hijo. Detrás están la naturaleza divina y la naturaleza humana, irreductibles a común denominador, bien sea de evolución histórica o de plenitud eterna. También aquí la teología sigue la ley pendular. Mientras unos le ponen futuro a Dios, otros se lo quitan a la escatología del hombre.
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