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A VUELTA S CON LA E SCA TO LOG IA C R ISTIAN A 335 fundamentales: —la liberalización de formas arcaicas, que sean simple herencia de concepciones apocalípticas judías o de interpretaciones cos­ mológicas ya superadas; —revalorización de lo histórico, del tiempo en sí. De ese modo se podrá situar mejor la herencia que Jesús deja a los suyos: la seguridad de que Dios va a actuar en la historia (venida inminente del Reino de Dios) y la certeza de que Dios ha actuado ya en Jesús (ya ha comenzado el Reino de Dios). Hay, pues, un tiempo de espera hasta que Jesús se manifieste en la plenitud de su gloria: tiempo de la Iglesia, en que la actuación del hombre deberá preocuparse desde la luz de la fe para construir un mundo más humano. La «parusía» tendrá un significado o valor triple: manifestación gloriosa de Jesús en la muerte de cada individuo; juicio final universal en la resurrección de los muertos; y, en relación con todo el cosmos, una nueva creación. ¿Hasta qué punto estas relaciones son sólo una triple perspectiva del único acto plenificante de Cristo Salvador o más bien una diferen­ ciación intrínseca que los convierte en actos sucesivos dentro del orden creado? Estamos siempre ante el misterio de Dios en su intervención salvadora en el mundo. Su apertura reveladora, más que como trans­ formación de los «ésjata» en cosa sabida y disponible por comprendida, se la ha de entender como inicial acercamiento del misterio en cuanto tal (idea de Rahner); pero no para dejar en simple mito de teología negativa las referencias de Dios al hombre y a su historia. 3 . La Teología de la resurrección (tema de L. F. Mateo Seco) no puede desconectarse del primer testimonio de fe sobre la misma cedien­ do a un subjetivismo que condiciona demasiado la fe a presupuestos ra­ dicalmente agnósticos. Es claro que la fe se refiere al hombre entero y que buscar un sentido nuevo a la palabra «resurrectio» sería una infi­ delidad al dato primigenio. «Resurrección» significa volver a levantarse lo que cayó, es despertase del sueño de la muerte, a semejanza del despertarse del sueño natural. «Inmortal» es lo que, teniendo vida, no muere o no puede morir. El alma humana es inmortal. Y la resurrección consiste en que alguien, con el alma viva y el cuerpo muerto, vuelve a tener vida corporal. Sin la inmortalidad del alma la muerte sería aniquilación, como quien nace por vez primera. Y esto es ajeno a la revelación. El fundamento de nuestra fe es lo acontecido en Jesús: muerto, sepultado y resucitado al tercer día. Y este acontecimiento es lo testi

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