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«D IO S PRESENTE EN SAN F R A N C IS C O »: 317 f) Unidad y concordia La categoría de la relación, algo a tras mano en la metafísica clásica, ha adquirido extraordinario relieve en la metafísica de este siglo. Re cordemos en España su presencia en el primer plano del pensamiento de Amor Ruibal y de X. Zubiri. También adquiere un relieve máximo en la ontología de Lavelle, pues al definir el ser como acto, ha señalado que este acto implica siempre una relación: tanto en el ser trinitario como en el más minúsculo ser contingente. En el hombre esta actividad relacional la considera Lavelle en dos vertientes distintas: respecto de Dios y de los otros. Con esto de notar: en los dos aspectos esta relación afianza la unidad del ser. La unidad constituye, por tanto, la cima de todo el edificio metafísico que pone sus cimientos en el «yo» y alcanza su cúspide en la participación en el Acto Puro 57. Al aplicar esta doctrina metafísica a san Francisco, advierte que el alma del santo se hallaba tan unificada con Dios que todos los con flictos que desgarran al común de las conciencias se hallaban en él apagados. De tal suerte que lo que para la mayor parte de los hombres es una resistencia que es necesario vencer por un esfuerzo en ocasiones agotador, san Francisco lo lograba tan sólo con su quietadora actitud. Una nueva fuerza surgía entonces en el alma de san Francisco que motivaba un acrecentamiento de su unión con Dios ante quien prorrum pía en acción de gracias. Enmarcada en esta metafísica recuerda Lavelle esta aspiración esperanzada de san Francisco: «Tanto es el bien que espero que toda pena me es placer » 5S. San Francisco vive en unidad de esperanza con Dios, presente en su alma, que ya no es sólo un futuro al que aspira, sino una actualidad que impregna hasta el más pequeño instante de su existencia 59. Esta comunión viva con Dios, motivaba a su vez la concordia sin gular de san Francisco con todos los seres. En virtud del despojo radical que su amada pobreza le hizo vivir, san Francisco aceptaba y amaba cuanto encontraba en el mundo, en el que no veía más que la manifestación de la Bondad de Dios y el signo de su presencia. Esta comunión con los demás seres llegaba a su plena floración en sus rela ciones humanas, en las que sólo se daba preferencia a los que menos 57. Méthodologique dialectique, 152-174. 58. Florecillas. Consideraciones sobre las llagas, en San Francisco de Asís, M ad rid 1978, 895. 59. Quatre saints, 81.
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