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«D IO S PR E SEN TE EN SAN F R A N C IS C O »: 315 e) La paz Lavelle observa que el mundo espiritual tiene sus leyes como las tiene el mundo físico. Estas leyes del mundo espiritual muestran las correlaciones existentes entre las numerosas virtualidades que se cruzan y entrecruzan en este mundo espiritual. Una de estas leyes señala la correlación entre la alegría y la paz. El que es feliz y dichoso con la alta alegría de la participación en el Acto Puro, irradia su participa­ ción. De aquí el que sea bueno para con todos. De esta suerte crea un clima de paz al aflorar al exterior el sentimiento beatífico de que está inundado50. La historia nos habla en gran estilo de que el alma franciscana, al tomar los caminos de la bondad y del amor, creó en torno a sí un ambiente de paz. Nada de maravillar, por tanto, que Francisco, en el momento de la despedida última, al volver sobre su vida pasada, pueda recordar a sus frailes: «El Señor me reveló que dijéramos este saludo: El Señor te dé la paz»51. Penetra Lavelle en el alma de san Francisco para percibir cómo la alegría había reconciliado en él las tendencias más opuestas de su espíritu, de tal suerte que este equilibrio interno hizo que madurara en él una personalidad muy relevante y al mismo tiempo enteramente sumisa a las exigencias de la obediencia. Una calma activa no se dis­ tinguía en él de una entusiasta efusión, una voluntad firme no le impedía el abandono al querer divino, una simplicidad ingenua nunca era un obstáculo a su audacia sobrenatural52. Este clima de alegría en el que se transparentaba una dulce paz motiva el que la oración de san Francisco se coloree de poesía y llegue a trasformarse en canto de alabanza. San Francisco se trueca entonces en el «trovador de Dios», pues la presencia divina que lo inundaba le impelía a desahogarse en himnos de júbilo. Los biógrafos del santo han recogido con detención este momento de su espiritualidad, como cuando relatan su proclamación de «heraldo del gran Rey», ante los bandidos que le asaltan53. Lavelle observa que la oración de san Francisco no tuvo por primaria finalidad rumiar sus penas ante el Señor, ni siquiera 50. La présence totale, 233-236. 51. Testamento de san Francisco, en San Francisco de Asís, M adrid, 1978, 121 -122. 52. Quatre saints, 78. 53. T . de C elano , I, 16.

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