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238 A D O L F O G O N Z A L E Z M O N T E S presenta el deber moral de una manera imperiosa antes de llevar a cabo la acción. Invita a la lealtad para con los valores morales, previene de la amenaza a la persona que se seguiría del incumplimiento del deber y exhorta a la elección insistentemente del valor personal, b) La con­ ciencia consiguiente, que o bien, como «buena conciencia», aprueba y alaba la elección tomada y acompaña con una experiencia agradable la decisión recta; o bien, como «mala conciencia», descubre la falta contra la escala subjetiva de los valores, la violación contra una ley esencial interior y una equivocada realización del sentido del mundo, provoca un fuerte sentido de disgusto y de sufrimiento, desaprobando la de­ cisión. Si hemos dicho que la conciencia es el lugar del encuentro, por ser norma de moralidad que antecede y sigue a nuestros actos, del hombre consigo mismo, en la conciencia aprueba o desestima una u otra jerarquía de valores el hombre que en ella descubre su condición espiritual. En la conciencia la alteridad deviene para el hombre ocasión de apertura del propio yo o de repliegue sobre sí; y en la conciencia se reconoce el hombre, salvo voluntad explícita de acallamiento de su voz, comprometido afirmativa o negativamente ante su propia depen­ dencia religiosa de la Trascendencia. Agustín y Buenaventura, así como la tradición escolar que los enlaza a ambos, veían en la conciencia la más profunda seintilla animae, el poder más profundo del hombre, donde es dirigido y motivado por el ordo amoris. Aunque la tradición escolar tomista vea en la conciencia la posibilidad de discernir lo que es bueno, Tomás de Aquino juzgaba el judicium practicum de la conciencia como un acto no sólo del enten­ dimiento, sino también de la voluntad y del corazón del hombre. En nuestros días B. Häring ha visto en la conciencia la unidad radical de las facultades del hombre, porque es en la conciencia donde se hace la integración de la personalidad humana9. 9. Cf. J. S telzenberger , Conscientia bei Augustinus, Paderborn 1959; P. R ousselot , L’intellectualisme de saint Thomas, Paris 1946, 3.“ ed.; G . S iewertii , Thomas von Aquin. Die menschliche Willensfreiheit, Düsseldorf 1954; E. G ilson , Filosofía de san Buenaventura, Bilbao 1948; J. G . B ougerol , Introduction à l’étude de S. Bonaventure, Toulouse 1961. A propósito de B. Häring véase su colaboración en la obra colectiva Renovación de la teología moral, Madrid 1967.

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