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E T IC A Y C R IS T IA N IS M O 237 cristianismo toda la moralidad se encuentra polarizada en la conciencia, lugar en el que se dan cita la intencionalidad que caracteriza la inte­ rioridad de la moralidad cristiana, por una parte, y el objetivismo de la norma como presentado a la iluminación de la conciencia, por otra. Por esta razón es la conciencia el lugar de donde dimana toda norma de rectitud interior, previamente asumida en la subjetividad la obje­ tividad de la norma. Sin conciencia no hay rectitud ni pureza de inten­ ción ni normatividad objetiva, sino mero automatismo o imposición objetivista. La conciencia es en el hombre el lugar de encuentro con el propio yo, con lo otro de la alteridad y con la trascendencia de Dios, pues en ella se halla dada al hombre la posibilidad de toda valoración, que precede a cualquier decisión que ha sido mediada en la luz interior de la misma conciencia7. Cualquier enciclopedia distingue tradicionalmente dos planos de la conciencia, en los artículos dedicados a su esclarecimiento8. Un primer plano de la conciencia es aquel que determina la experiencia subjetiva de los valores morales y su obligatoriedad consiguiente. El otro viene dado por la conciencia misma tomada en sentido propio, en cuanto es la «función actual de la decisión personal moral». En este segundo sen­ tido la conciencia se manifiesta en el darse cuenta de no querer corres­ ponder o no haber correspondido a un deber moral en la acción u omisión. Dos son, señala clásicamente Stelzenberger, las manifestacio­ nes de la conciencia en este sentido: a) la conciencia antecedente, que cíente estudio monográfico de O. G onzález de C ardedal , Etica y religión. La conciencia española entre el dogmatismo y la desmoralización, Madrid 1977, con abundante bibliografía sobre el problema en sí mismo en pp. 333-35. 7. Además de tener aquí en cuenta la Crítica de la razón práctica y, en par­ ticular el capítulo tercero de Fundamentos para una metafísica de las costumbres, de I. Kant, no debe perderse de vista la reflexión de Max Scheler a este res­ pecto sobre la evidenciación del «yo extraño» o tú: cf. M. S cheler , Wesen und Formen der Sympathie, Berna 1974, 209-258. Para Kant la libertad del albedrío constituye la característica de la autonomía de la decisión ética de la conciencia, ya que reside en ella el principio de toda actuación humana racionalmente norma- tivizada. Cf. asimismo W. O elmüller (ed.), Materialien zur Normendiskussion, 3 w .: 1. Transzendentalphilosophische Normenbegründung, Paderborn 1978; 2. Normenbegründung-Normendurchsetzung, Paderborn 1978; 3. Normen und Ges­ chichte, Paderborn 1979. Una obra con interesantes colaboraciones de K. O. Apel, J. Habermas, F. Kambartel, H. Krings, H. Lübbe, O. Marquard, W. Oelmüller y J. Rüsen. 8 . Cf. J. S telzenberger , Conciencia, en CFT I (1966) 234-245; E. W olf , Gewissen, en RGG II (1958, 3. ed.) 1550-57; E. S chick -R. H ofmann -H . H äfner , Gewissen, en LThK III (1959, 2.“ ed.) 859-867; J. S plett , Conciencia, en SM 1 (1972) 850-854; R. H ofmann , Conciencia moral, en SM 1 (1972) 856-864.

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