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236 A D O L F O G O N Z A L E Z M O N TE S función de la conciencia se ha hecho imperativo el discernimiento exis- tencial de la práctica moral, pasando de una moral de hechos a una moral de actitudes. Todo lo cual ha contribuido a descalificar las viejas tablas de pecados, si es que éstas han de asumirse en su desnuda obje­ tividad. Son estos corrimientos, pues, de perspectivas los que explican el giro de la moral en nuestro tiempo. Podríamos seguir señalando algunos más, pero creo que con estos he tocado suficientemente las motiva­ ciones del cambio, por lo que parece ya oportuno pasar a considerar las posibilidades que puede ofrecer una ética social hermenéuticamente fundada desde la fe; pues, cumplida la función de introducir la refle­ xión, una mayor extensión en este punto obedecería mejor a un trabajo de orden sociológico, cosa que no es mi objetivo. II CONDUCTA MORAL Y CRISTIANISMO 1 . C o n c ie n c ia y m o r a l id a d La llegada del cristianismo aportó al hombre una profundización en sí mismo decisiva para el alcance ético de la conducta. Jesús dijo a la samaritana: «Ha llegado la hora, y es ésta, cuando losverdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, pues tales son los adoradores que el Padre busca. Dios es espíritu, y los que le adoran han de adorarle en espíritu y en verdad» (Jn 4, 23-24). El hombre redimido se coloca ante Dios en espíritu y en verdad.Esta es la actitud del adorador verdadero, que desde el fondo de sí mismo, ubi­ cado en su conciencia, se deja guiar por el Espíritu que mora en él. Si, como afirma Pablo, el hombre nuevo es templo del Espíritu Santo, su actitud ética debe ser motivada por una profundización en la fe como obra del Espíritu a través de los valores del espíritu. Para el cristiano, en efecto, no puede haber conflicto entre una actitud ética psicológica subjetiva y una moral objetiva que se funda en la Revelación. Es más, como dice Lepp, una auténtica moral enrai­ zada en la religión debe ser psicológica al mismo tiempo6. Para el 6 . I. L epp , La nueva moral, Buenos Aires 1964. Cf. también H. S tenger , Fe y madurez personal. Reflexiones de psicología religiosa y pastoral, Salamanca 1968. Sobre el problema del discutible enraizamiento religioso de la ética, véase el re-

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