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2 4 6 A D O L F O G O N Z A L E Z M O N T E S no tienen. Pero, ¿se puede sostener una tesis así sobre la tradición católica después del Surnaturel y de Le mystére dti surnaturel de E. de Lubac, después de los estudios de Alfaro y de los indudables aciertos de Carlos Rahner? 20. El concepto de naturaleza pura acuñado por una de las líneas tradicionales de la Escolástica como el tomismo represen­ tado por Cayetano en particular no autoriza, después de las investi­ gaciones de la historia de la teología, a mantener una visión parciali­ zada del problema de la relación entre el natural y el sobrenatural; si bien el problema para Mehl reside en el mismo pensamiento de Tomás y en su ética de la realización natural del ser. Esto es lo que Mehl no puede aceptar, dado su talante barthiano y su calvinismo ope­ rante en el fondo de sus concepciones. Porque, ¿cómo se puede argüir que Cristo no interviene en el fundamento de la vida moral, si, toda vez que se renuncia al concepto de naturaleza pura, la finalización sobre­ natural del hombre aparece como tal para un cristiano en virtud de la revelación de Cristo, aunque pueda también un pagano operar en las mismas categorías, si bien restando a la fe lo que el cristiano le atribuye? Es decir, el pensamiento de Tomás de Aquino al cristianizar a Aristóteles no obstaculiza la consideración cristológica del punto de partida antropológico. En Cristo ha sido el hombre creado y finalizado, en el despliegue de sus propias potencialidades, a la visión de Dios, no aconteciendo el despliegue de estas potencialidades de la «naturale­ za» ( ¡creada en Cristo!) sino en virtud de la gracia de Dios, triunfante sólo por la justificación del pecador en Cristo y por él. No se trata de que la sobrenaturaleza «coadyuve» con la naturaleza, se trata de afirmar la finalización sobrenatural ya de la misma naturaleza, que sólo llega a ser concientizada por la fe en el fuero interno del creyente. Es Esta consideración cristológica del pensamiento de Tomás la que per­ mite con legitimidad una mensura rationis de la conducta ética del cre­ yente, capaz de tender desde ella un puente al no creyente haciendo posible un acuerdo de convivencia. 20. Cf. H. de Lubac, Surnaturel, Paris 1946; Id., El misterio de lo sobre­ natural, Barcelona 1970; J. A lfa r o , Lo natural y lo sobrenatural. Estudio histó­ rico desde santo Tomás hasta Cayetano, Madrid 1952; K. Rahner, Naturaleza y gracia, en Escritos de Teología IV, 215-144; 'Id., Sobre la relación entre la naturaleza y la gracia, en Escritos I, 327-50; Id., Orden sobrenatural, en SM 6 (1976) 389-96; Id., Existenciario, existencial, en SM 3 (1973) 66-68 (II, Aplicación teológica); J. A lfa r o , Naturaleza, en SM 4 (1973) 867-75; Id., Naturaleza y gracia, en SM 4 882-92.

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